Las protestas hasta ahora vertidas por los afectados no han dado resultado. Y soy absolutamente consciente de que tampoco se va a conseguir nada hasta que aquellos que deciden qué es lo que se debe llevar en el botiquín de a bordo se conviertan en armadores o tripulantes de las pequeñas embarcaciones que están obligadas por ley a llevarlos como complemento dotacional.

Ocupa espacio vital, pero es preceptivo salir a la mar con ese matalotes que, desde el 5 de abril pasado, el ISM obliga a instalar en las embarcaciones. La versión actualizada de tal obligación exige la reposición de los medicamentos ya adquiridos y la del material sanitario caducado, deteriorado o consumido "siempre que el gasto efectuado por este concepto se haya producido entre el 1 de enero de 2017 y el 31 de diciembre del mismo año, ambos inclusive".

Hay ayudas económicas por parte del Sistema Nacional de Salud para la adquisición de los medicamentos y material sanitario, pero ni siquiera así armadores y tripulantes de los barcos afectados están de acuerdo porque consideran que su actividad, siempre cercana a la costa, no hace imprescindibles determinados elementos que, cada año y sin haberlos usado una sola vez durante este periodo, se ven obligados a renovar.

Un veterano de la mar no entiende qué beneficio considera el ISM que se extrae de esa normativa que obliga a llevar en el botiquín elementos que se han demostrado inútiles y por los que tanto el sistema nacional de salud como los armadores de las embarcaciones se ven obligados a pagar. ¡Es que no los usan, carajo! Y si se demuestra que son material prescindible, ¿a qué se debe ese empeño en mantenerlo y no enmendarlo?

¿Alguien del ISM se ha dado una vuelta por el espacio real de una de esas embarcaciones y ha comprobado el espacio que les ocupa el botiquín? ¿Se ha hecho recuento de cuánto dinero se tira anualmente con la renovación de material de sustitución? ¿Han constatado los presuntos beneficios de todo ese material y medicamentos a bordo de embarcaciones que están faenando o navegan a menos de dos horas de distancia de un centro médico al que llevar a alguien que precise de los servicios de un sanitario?

Son, sí, salvas con pólvora del Rey. Pero las pagamos entre todos, es decir, con dinero público. Y, a lo mejor, sería importante recapitular y comprobar qué es lo verdaderamente necesario en un pequeño barco de bajura para atender una emergencia surgida a bordo. Y, aunque el armador pague una parte de todo esto, seguimos hablando de costes probablemente innecesarios para unos y otros, y modificación necesaria de volúmenes o espacio ocupado para no lograr nada.

Un poco de por favor, oigan, y hagan la vida más grata a quienes en la mar bastantes cosas tienen de qué preocuparse sin las zarandajas de la reposición de inutilidades.

Visiten los barcos y compruébenlo.