El agua y la nieve de la Antártida también están contaminadas con microplásticos y productos químicos. La huella humana es más que evidente en forma de boyas, redes y lonas alquitranadas que flotan entre los icebergs. Son residuos de barcos pesqueros que fijan la contaminación humana de una extensa área en la que, junto con los hielos milenarios, deberían imperar los distintos tipos de fauna única en el planeta.

Pero no es así: además de la pesca, el turismo y el transporte marítimo son fuentes focales de contaminación que se expanden más allá de lo imaginable porque el flujo de plástico hacia los océanos crece constantemente en esta era del plástico de un solo uso.

Llegará un día en el que la humanidad se asfixie en y por el plástico. De aquí la importancia de la creación de un santuario en el Antártico que constituya un refugio libre de la acción humana para que los animales se recuperen de las amenazas a las que se enfrentan en su día a día. Los gobiernos del mundo tienen la oportunidad de dar un paso en la reunión que, a finales del próximo mes de octubre, celebrará la Comisión del Océano Antártico. La iniciativa de algunas empresas que pretenden gravar el precio de las bolsas de plástico que ahora entregan gratuitamente a sus clientes me parece más un sistema nuevo de mayor recaudación que una implicación real en la lucha contra la contaminación mundial.

La verdadera acción está en manos de los usuarios si renuncian a las malhadadas bolsas de plástico y vuelven a las de tela o papel que nosotros, los hoy abuelos, usábamos de niños y no tan niños cada vez que íbamos a las tiendas -los supermercados no existían, ni las grandes superficies comerciales- a comprar desde artículos para consumo diario a un simple par de zapatos que envolvían en papel.

La actual situación de la Antártida no es sino un leve síntoma de cómo está de mal el planeta y de cómo este va a responder a la demanda mundial de pesca. Las rutas para el transporte marítimo se irán cegando paulatinamente y el turismo dejará de ofrecer atractivos lugares de mar y silencio porque el plástico se enseñorea del mar hasta los más ignotos recovecos de este.

Reducir le producción de plástico es un reto. Lo es más todavía, renunciar al uso de este material que tanto daño ocasiona a la humanidad.