Alicia Villauriz, como secretaria general de Pesca; María Isabel Artime García, en calidad de directora general de Recursos Pesqueros, y Juan Ignacio Gandarias Serrano, en su condición de director general de Ordenación Pesquera, son ya los tres pivotes en los que apoyará su política pesquera el Gobierno de Pedro Sánchez, con Luis Planas al frente del Ministerio de Agricultura y Pesca.

Tampoco en esta oportunidad ha habido arrestos en el Ejecutivo para deslindar de Agricultura el sector pesquero y no porque este no tenga entidad suficiente para que inicie en democracia una "vida" libre de cargas. De cualquier manera, que "la suerte les acompañe". Les va a hacer falta, en un momento en el que barcos y tripulantes pasan, digan lo que digan las cifras económicas, por sus peores momentos (dicen que por falta de relevo generacional y yo, con permiso del lector, sostengo que por intereses económicos derivados de las ayudas de la comunidad autónoma, el Estado y la Unión Europea al desguace de buques, de los cuales más de 400 se han ido a la chatarra en los últimos años).

Tiempo habrá para analizar la tarea de los nuevos responsables del sector en el Gobierno. De entrada, hay que hablar de personas experimentadas. En teoría saben -o deben saber- qué se traen entre manos. No son unos recién llegados al mundo de la pesca, si bien algunos de ellos tendrán que familiarizarse o retomar cuestiones que ya habían dejado de mano por su alejamiento del sector debido a sus destinos en los últimos años.

Mucho hay por hacer, más todavía por recuperar. La pesca no es de hoy, aunque lo parezca dada la escasa -a veces nula- atención que se presta desde las instancias gubernativas antes citadas -comunidad autónoma, Estado y Unión Europea- que, aunque con competencias evidentes en el sector, más bien parece que estas les sobrevienen. Aparta de mí este cáliz, parecen decir. Y cuánto, cuánto queda por hacer, por pelear, para que el sector pesquero español -por su importancia, el que faena en el caladero nacional Cantábrico Noroeste de modo especial- recupere, aunque sea mínimamente, la fuerza y el prestigio que tuvo hasta hace pocos años. Porque hubo un tiempo no lejano en el que Europa saludaba, como dicen se hacían a la mujer barbuda, de lejos: allí donde estaba un pesquero español había un seguro de pesca, de profesionalidad, de mando en plaza. Ahora no hay más que cuotas y TAC (Totales Admisibles de Capturas), prohibiciones a tutiplén, cálculos de poder a partir de lo que digan las organizaciones no gubernamentales y su poder de penetración en los despachos comunitarios más abiertos estos a los representantes ecologistas que a los de los pescadores (porque la UE no pesca, obedece los dictados emanados de organizaciones siempre abiertas a las subvenciones que critican si se otorgan a los demás para que estos puedan seguir pescando).

Tenemos, por tanto, las tres patas del banco en el que Luis Planas se ha de apoyar para presentar al presidente del Gobierno su diseño de una política que marca Bruselas. Pero aun así, queda la posibilidad de pelear por cesiones que otros, antes, no han sabido marcar de cerca.

En este empeño les deseamos la suerte que se merezcan; pero, sobre todo, la que merece el sector de la pesca español.