Aquello, poco, que nos deja Bruselas en la mar, lo complementamos en tierra rechazando trabajar a bordo de los pesqueros, especialmente de altura y gran altura.

Lo creo, pese a los planteamientos en contra nacidos hace tiempo en la Asociación Española de Titulados Náutico-Pesqueros (Aetinape) que afirmaba que en tierra había personal dispuesto al embarque siempre y cuando se diesen las condiciones necesarias para ello: salarios, mejores horarios y buques en condiciones (entre otros aspectos).

Pero la patronal del sector no lo ve así: Cepesca sostiene que, además de patrones, falta personal de marinería en las citadas flotas de altura y gran altura. Y su secretario general, Javier Garat, cree que es un hecho "que no hay muchos españoles con ganas de trabajar en la pesca".

No es cuestión de enfrentar sus opiniones porque, probablemente, se complementen. Pero Garat plantea que hay soluciones. Como recuperar el atractivo del trabajo en la mar demostrando que es gratificante, está bien pagado y tiene sus ventajas. Pero, además, las vías de solución están abiertas, según Garat, si se flexibiliza la formación para facilitar la promoción a quienes ya están en el sector.

Parece fácil: buenos sueldos, satisfacción y ventajas, sin mucho esfuerzo en su formación, y tendremos marineros como antaño, que se ahogaban al caer al mar y no saber nadar. Ah, y cerrar los institutos de formación pesquera y que el marinero se guíe por las estrellas, las marcas en tierra cuando divisan esta y todas las cosas que nos dieron fama de buenos marineros que morían como valientes en el mar.

No discuto la validez de lo que exponen Aetinape y Cepesca. Saben lo que dicen y tienen experiencia sobrada. Pero lo cierto es que parece que el personal no está por la labor, aunque sé por experiencia que hay quien aspira a promocionar en la pesca a base de estudiar y mejorar sus conocimientos acudiendo día tras día a clases en el Instituto de O Burgo. No es fácil, pero quiere llegar a más en su trabajo a bordo de un pesquero. Si bien al paso que vamos, los barcos parecen condenados al amarre, cuando no por falta de cuotas, de tripulantes.

En este momento, según Cepesca, en algunas flotas el 50% de los tripulantes son emigrantes.

Pues habrá que habituarse, como antes lo hicieron la producción de aceituna, de fresa, etc.