José Antonio Pérez Sieira tomará posesión el miércoles de su cargo de presidente de la Federación Galega de Confrarías de Pescadores. Es armador de una embarcación de artes menores en Ribeira. Se crió en A Ameixida, donde se construían las mejores dornas de la ría de Arousa. Trabajó en barcos que faenaban en aguas de Marruecos y Mauritania. Padre de tres jóvenes, no ve en ellas tendencia alguna a trabajar en la mar. Fue presidente de la asociación de mariscadores y por tercera vez consecutiva asume la responsabilidad de dirigir, en su condición de patrón mayor, el destino de la cofradía de pescadores ribeirense.

- ¿Tienen futuro las cofradías de pescadores?

-Las cofradías tienen, desde su creación, el reto permanente de ayudar a sus socios. Nuestro reto como patrones mayores es lograr que se dé el verdadero valor que tiene todo lo que estas corporaciones de derecho público desarrollan. Nuestras instituciones han sido siempre el punto de apoyo de armadores y tripulantes. De hecho, son las cofradías las únicas que aglutinan a ambos sectores: armadores y tripulantes tienen los mismos derechos en los pósitos. Nuestro futuro va a depender de las ganas que pongamos en nuestro trabajo como dirigentes de estas entidades.

- Más problemas tendrá al frente de la Federación Galega...

-La verdad es que los problemas son muchos, a partir del reconocimiento de que las distintas flotas viven una situación socioeconómica impuesta por la Unión Europea que nos discrimina a la hora de aplicar cierres de cuotas y repartos de TAC. Nosotros somos una federación de federaciones y cada una de estas arrastra sus cuitas que debemos encontrar medios para solucionar. Ahora lo más preocupante son los incrementos de los precios del combustible, las tasas, el Marpol (residuos generados por buques).

- ¿Y qué le apetece solucionar en primera instancia?

-Lo ya señalado; pero también poner remedio a las enfermedades profesionales de los mariscadores, que se les reconozca el derecho del que tanto se ha hablado pero que nunca es de aplicación como lo es en otros sectores. Me gustaría también poder lograr la equiparación de los trabajadores de la bajura a los de altura o la marina mercante a efectos de la aplicación de los coeficientes reductores. Y, desde luego, que se den cuenta de lo incongruente que resulta llevar a bordo unos botiquines mastodónticos y carísimos que son de uso obligatorio en barcos que faenan en la costa, a escasa distancia de tierra. No estoy en contra de los botiquines, siempre y cuando estos sean específicos para la actividad que los barcos desarrollan.

- ¿Hay algo que le obligue a pensar muy detenidamente lo que debe hacer ya?

-Sin duda, presentar todo tipo de alegaciones a los repartos de TAC y cuotas. Me da la impresión de que la UE no piensa mucho en el daño que causa. Año a año se supera en sus recortes y la situación aconseja, qué duda cabe, lograr más cuotas y que estas se apliquen debidamente según las flotas de los Estados miembros.

- ¿Qué me dice de lo que algunos califican de falta de relevo generacional en la pesca?

-Es natural que todos intentemos mejorar nuestra calidad de vida. Y si no hay salarios adecuados, esa calidad se resiente. Se contratan trabajadores extranjeros, estos cobran lo mismo que los nacionales, pero los de aquí viven malamente con mil euros mensuales, cuando sin embargo para muchos de los trabajadores de terceros países mil euros es un gran logro. Yo pesqué en los mares marroquíes y mauritanos y sé lo que significa para los nacionales de esos países mil euros. No digo que no deban cobrar ese salario, pero sí que se tenga en cuenta que un marinero gallego necesita algo más para vivir en su tierra.

- ¿Es culpa de los armadores?

-Los armadores, aquí, venden o desguazan sus barcos por culpa de las exiguas cuotas: cuando no cierran la pesquería de la raya, cierran la de la merluza, y cuando no es la de la sardina, es la del jurel, la de la anchoa, la de caballa... Hay una larga lista de barcos que esperan el desguace, porque los armadores no tienen la seguridad de poder seguir pescando. Venden o desguazan los suyos y los hijos no dan continuidad a la empresa. Y lo mismo pasa con los tripulantes: los salarios no son atractivos. Y como aquí no encuentran se buscan la vida en las plataformas, en los atuneros... Sé que hay barcos en Galicia que no logran completar sus tripulaciones mínimas y que se ven obligados a amarrar varios días por esta cuestión. Y después están los que no encuentran en el trabajo de la pesca la estabilidad necesaria para poder vivir. Puede ser una cuestión de oferta y demanda.

- ¿Y qué pasa con la centolla, que no logra precios de rentabilidad?

-La centolla este año es abundante y esta abundancia no sabemos o no queremos regularla. El sector debe decidir cómo trabajar y reducir los cupos de captura. Si no es así, la depreciación es evidente y va en perjuicio de armadores y tripulantes. La autorregulación es lo más recomendable. La Consellería do Mar da pie a que se haga y las federaciones de cofradías están en esa línea.

- ¿Qué opinión le merecen los repartos de cuotas en base a los derechos históricos de determinados barcos e incluso comunidades autónomas del Cantábrico Noroeste?

-Que es un problema. Pero esto siempre fue cosa de los armadores: el pez grande se come al chico en todos los mares. Los derechos históricos se hacen recaer en los barcos grandes por su capacidad de traslado de un lugar a otro. Los pequeños no pueden hacerlo. Y si no pescan, no se reconocen esos derechos históricos, que son los que priman a la hora de repartir las cuotas. Hay escasez de cuotas y nos repartimos lo poco que nos dan. Los barcos deben tener cuotas para poder trabajar. Si no las tienen, ¿para qué se quieren los barcos? Es una incongruencia.