El habitual lector de esta página de Mar no se sorprenderá si, una vez más, hago referencia a los intereses existentes en el mundo entero „sí, en España también„ en dar prevalencia a la piscicultura sin evidenciar la diferencia existente entre el pez salvaje y el procedente del cultivo y la cantidad de peces capturados en la mar para engordar a los que se crían gracias a piensos y antibióticos que los mantienen con vida.

En esta oportunidad he de referirme, obligatoriamente, a informaciones que sin una base de mucha solvencia circulan por ahí y que hacen referencia a la presencia de grandes cantidades de mercurio en casi todos los peces que consumimos y, de forma especial, en aquellos de uso más cotidiano en las cocinas de los ciudadanos de este país que sigue siendo uno de los principales consumidores de pescado.

El consejo de los especialistas en nutrición habla claramente de la necesidad de ingerir pescado como mínimo dos o tres veces por semana. Pero otros estudios se contraponen a esta recomendación para hacer hincapié en que casi todos esos peces "presentan rastros de mercurio" con porcentajes "preocupantes", lo que hace que se planteen qué cantidad de pescado ha de ser consumida por cada persona.

La ingesta de pescado y marisco, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), es la fuente principal de exposición humana al metilmercurio (un compuesto orgánico sumamente tóxico) que afecta especialmente al sistema nervioso central y a los riñones, con riesgo para las embarazadas.

Por todo ello, según publica el diario La Vanguardia, la Agencia Catalana de Seguridad Alimentaria recomienda que se evite consumir sobre todo pescados depredadores de grandes dimensiones "porque se alimentan de una gran cantidad de peces que también están contaminados"·

No entro a juzgar el planteamiento de la citada Agencia, pero sí quiero llamar la atención del lector sobre lo contradictorio de una información de este calibre que puede tener consecuencias muy graves para el sector pesquero y, en particular, para los dedicados a la captura de grandes predadores como, por ejemplo, el atún (entre otros). Y el atún, curiosamente, se captura en el Mediterráneo donde cada vez es mayor el número de piezas criadas en cautividad en jaulas en las que engordan a base de piensos que, a su vez, tienen un alto contenido de harina de pescado. De este modo se da la paradoja evidente de la necesidad de capturar grandes cantidades de peces „aptas o no para el consumo humano„ que se han de transformar en harinas que servirán de piensos para el engorde de esos grandes depredadores que son capturados en sus criaderos y trasladados en jaulas por el sistema de remolque a posiciones establecidas en la mar más o menos próximas a las factorías o empresas exportadoras de túnidos.

¿Están libres de mercurio estos atunes de acuicultura?

¿Por qué tanto empeño en recomendar la acuicultura cuando resulta evidente que esta se alimenta básicamente de peces que también tienen mercurio en sus vísceras, si hemos de creer a las fuentes que difunden esas informaciones?

La acuicultura, no lo olvidemos, vive en buena medida de las subvenciones que los Estados „entre estos España y sus Comunidades Autónomas„ le conceden. Y no hay restricciones para el consumo de peces tan contaminados o más que los salvajes. Pero se pone freno al sector pesquero.