Once meses después de la entrada en vigor de la obligación de los descartes en la pesca comunitaria y sin que la administración pesquera de la Unión Europea hubiese tenido la más mínima atención a las quejas del sector pesquero, se concluye que vetar los descartes puede producir el estrangulamiento de la flota pesquera.

Para llegar a esta conclusión „adelantada un par de años en el tiempo por el propio sector pesquero„ han sido necesarios algo más de once meses de temores justificados, de pérdida de tiempo injustificada, de quebraderos de cabeza, de movilización de la fuerza naval internacional conformada por los servicios de guardacostas de los distintos Estados miembros y de toda la martingala de organizaciones que, pongamos que llevadas por los mejores sentimientos de responsabilidad hacia la pesca, han considerado que sus opiniones al respecto era el mejor camino a seguir para proteger las distintas pesquerías. Once meses perdidos y sin que en la Unión Europea se quiera reconocer que su medida proteccionista no ha servido de nada. O, como mucho, de carnada para entidades que amparadas en su capa protectora de defensa del medio ambiente han sabido morder los presupuestos, generosos sin duda, que la Comunidad Europea pone a su disposición.

Para evitar esa peligrosa situación del estrangulamiento de la flota pesquera, ha habido que impulsar más delegados y dictar más legislación a nivel doméstico. Lo ha dicho la directora general de Recursos Pesqueros, Isabel Artime, quien se refirió en A Coruña a las excepciones establecidas, las flexibilidades interespecies y los intercambios entre Estados, que es lo que ha hecho siempre. Toda la vida. Ah, sí, medidas que no son para siempre. Y ya no digamos de la perdurabilidad de planteamientos como los trueques entre países y aquellos carentes de cuotas que, por añadidura, ni siquiera son obligatorios. Pero aún así, "es preciso seguir justificando su necesidad". Obviamente, la necesidad de los descartes, que te indican por sí mismos que si pescas lo que no debes te puede caer algo más que un buen susto económico, pero que si no pescas tienes que cerrar la empresa (es decir, amarrar el barco, a la espera de tiempos mejores).

Pero si pescas y aquello que no puedes y no descartas, lo conservas a bordo hasta descartarlo dónde y cómo te digan „si hay alguien que lo dice„ contribuyes „"trabajando para el inglés", término muy marinero en Galicia„ a agotar las especies por cuanto aportas tu granito de arena a romper la cadena trófica que indica que aquello que no consumes ha de ser devuelto al mar para que los coman otras especies (que no sea la humana).

Me pregunto cuál ha sido el objetivo de la Comisión Europea al imponer la obligatoriedad de los descartes, y me gustaría saber qué demonios ha conseguido „al margen del cabreo generalizado„ con esa dichosa obligación. Tal vez le concedan un premio a la salud negada. Están locos.