Bárbara Romaní fue una de las pioneras en la carrera de náutica y en la Marina Mercante. Afirma que abrir este camino fue algo que costó, ya que meter a una mujer a bordo "no lo llevaban muy bien". "Son reacios a meter mujeres a bordo porque dicen que causamos problemas", afirma Romaní. La capitana de la Marina Mercante apunta que donde más se contrata ahora a las mujeres en el sector es en tierra. "Pueden decir que somos competentes, pero nunca tiran mucho por nosotras", señala Romaní.

Tiene 23 años de experiencia en barcos, ¿qué le llevó a decir "quiero dedicarme a esto"?

Vino por mi padre, que era armador de barcos de la Marina Mercante. Como quien dice nací en los barcos. Tenía más alternativas, quería estudiar medicina, pero era más complicado. Al final me decanté por náutica.

¿La carrera era como la esperaba?

Sí, aunque en realidad tampoco sabía muy bien qué me iba a encontrar. Pero todo fue bien. Éramos pocos, sobre 16 en clase y yo era la única mujer. Luego meses más tarde llegó una chica que venía rebotada de Cataluña e iba para máquinas, pero solo estuvo un año aquí. Al año siguiente ya entraron tres chicas más.

¿Las primeras experiencias como estudiante en un buque fueron parecidas a lo que se encontró en la vida profesional?

No se parece en nada, en nada. Es otro mundo. Lo que aprendiste en la carrera era una base. Es como el que aprendía inglés en el colegio, piensa que lo controla y cuando va a Inglaterra se da cuenta de que no. Pues lo mismo me pasó con la náutica. En el momento en que llegué a un barco me dije "y todo lo que aprendí, ¿cómo se aplica ahora?". En la carrera no nos enseñaron nada de informática y cuando llegamos a los buques estaba todo informatizado, por ordenadores. Me tuve que poner, por mi cuenta, al día de la informática porque no habíamos salido preparados para lo que había.

Fue una de las pioneras, abrió puertas para las generaciones de mujeres que empezaban en el sector. ¿Costó empezar ese camino?

Sí, cuesta. Nunca llevaron muy bien meter una mujer a bordo. Hay empresas que hasta el 2007 no incluyeron a mujeres, por no meter a otro personal de fuera. Dijeron "vamos a probar con las mujeres", porque estaba mal visto que no trabajaran mujeres en las compañías tras la política que obligaba a las empresas a tener un tanto por cien de presencia femenina en plantilla. Son reacios a meter mujeres en los buques porque dicen que causamos problemas.

¿La vida embarcada era como la esperaba o no?

Es bastante más dura. Más o menos sabía cómo podía ir, pero una vez que empiezas a coger poder y a tener mayor cargo se hace más duro incluso. Mientras eres alumna o segundo oficial todo es muy divertido, pero cuando llegas a primer oficial o a capitán ya no les gusta tanto porque tienes más mando.

¿Sigue habiendo hombres que se resisten a que las mujeres formen parte de un buque?

Sí, los hay. Aún hay hombres que quieren que las mujeres no vayan embarcadas. No es que se resistan, es que no quieren. Después hay otros que no les importa. No es que estén aplaudiendo para que vayamos, ni mucho menos. Si vamos, vamos. A unos les importa y a otros no. He escuchado de todo, desde que me vaya para casa, que me preguntaran si tenía marido, que no pintaba nada allí, que era cosa de hombres... Incluso insultos de todo tipo o si vamos a los barcos a buscar pareja.

¿Esto se lo decían al principio o también ahora?

Siempre, hasta el último día que me fui. Cierto que cada día lo van viendo y lo van asimilando. Cuando empecé era yo la única mujer, ahora el número aumentó, aunque tampoco mucho. Lo miran de otra manera, pero aún así no están muy convencidos de que vayamos a trabajar en los buques. Les cuesta. Luego pueden decir que somos competentes, pero nunca tiran mucho por nosotras. Nunca escuché decir que nosotras éramos buenas. Aunque hicieras un buen trabajo nadie te lo reconocía.

Tiene una experiencia dilatada en el sector, habrá momentos buenos y otros menos buenos.

Sí. A ver, yo lo he pasado muy bien. No es que todo sea malo. He tenido experiencias muy buenas y muy divertidas con compañeros muy buenos. Hay gente que tiene otra mentalidad, sobre todo la mayor más que la joven. A los mayores les hacía gracia porque podíamos ser sus hijas. Pero los jóvenes eran más de pensar que por qué nos elegían a nosotras estando ellos. Sin embargo, la gente mayor te ayuda, te apoya, sobre todo cuando no son mandos.

El proceso de aceptar que las mujeres embarcaran fue difícil, ¿lo sigue siendo?

Sí, pero ahora está algo más aceptado porque hay más mujeres. Ya lo asimilaron, más o menos. De aquí a 20 años se darán cuenta de que las mujeres también somos un pilar del trabajo y que lo hacemos bien, aunque nos miren con lupa. Eso sí, aunque lo hagas mejor tampoco te lo van a reconocer. Pero si tienes un fallo te echan, a pesar de que otro compañero también esté implicado. Hay distintos baremos. Se buscan muchas excusas para todo. Estás metida en una habitación cuatro meses, es un Gran Hermano a lo bestia.

Viendo lo que pasó a lo largo de su trayectoria profesional, ¿hay alguna vivencia que no le gustaría repetir, hay algo que cambiaría?

Desde que empecé hasta ahora las cosas van mejor para las mujeres. En tierra cogen a muchas porque somos buenas trabajando. Cuando empiezas en esto, después de la carrera, llegas a un barco y dices "madre mía qué es esto". Es más duro de lo que se piensa. Estás encerrada y sola. Es muy solitario aunque haya más personas en el barco. No tienes a nadie con confianza suficiente con quien desahogarte porque además las comunicaciones son muy difíciles. Pero sí hay momentos en los que te lo pasas muy bien, que tienes compañeros muy buenos, pero solo es un momento entre tantos. La balanza tira más para lo negativo. Lo que cambiaría sería la mentalidad de la gente, pero es algo muy difícil.