La gallega Laura Rebollo es jefa de las Áreas de Operaciones Aeronavales y de Cecop en Madrid, por lo que juega un papel principal en la lucha contra el narcotráfico. Rebollo estudió náutica en A Coruña ya que era una opción que le ofrecía trabajar "con seguridad". Sus primeras experiencias en un mercante como estudiante las califica de "agridulces". "En formación fueron estupendas, pero eran un poco terribles al participar en un entorno laboral clasista", señala.

¿Qué la llevó a elegir la opción de estudiar náutica?

Encontrar una alternativa que con seguridad me permitiera trabajar. Buscaba unos estudios que, cuando los finalizara, me permitieran entrar en un mercado laboral sin grandes esperas. Me ofrecía esa seguridad y además, como alternativa, prometía ser bastante satisfactoria. Esto fue algo que pude constatar con el tiempo.

Durante su formación tuvo que embarcarse, ¿cómo fueron sus primeras experiencias?

Mis primeras experiencias fueron agridulces. En formación y en relaciones laborales fueron estupendas, pero eran un poco terribles al presenciar y participar en un entorno laboral clasista y jerarquizado. Respecto a mi condición como mujer no tuve grandes problemas, pero insisto en que esto no quiere decir que sea así para todas. Soy consciente y pude constatar en algunas ocasiones cómo un entorno mayoritariamente masculino por tradición y educación, en medio del mar, resulta una combinación terrible para una mujer que ha de compartir sin apoyo esa situación.

Ahora es Jefa del Área de Operaciones Aeronavales y Cecop, ¿cómo fue su camino hasta llegar aquí?

Primero navegué unos años y entré en Vigilancia Aduanera tras de aprobar oposiciones al Cuerpo Ejecutivo. Navegué como Subjefe de embarcación y luego como Jefe. A la vez seguí estudiando y volví a aprobar otras oposiciones al Cuerpo Superior de Vigilancia Aduanera. Navegué varios años más como capitán en diferentes patrulleros dedicados a la lucha contra el contrabando y el narcotráfico en la mar, hasta que me ofrecieron la Jefatura Regional Aeronaval de Baleares. Fueron unos años intensos, de mucho trabajo en gestión de medios y personal marítimo embarcado. Nunca me quise desvincular de la mar, por lo que procuraba seguir navegando. Me gusta mucho la vida a bordo y la gente del mar. Pocos años después me ofrecieron la Jefatura del Área de Operaciones Aeronavales y de Cecop, que es el Centro de Coordinación Operativo Permanente en Madrid, y es todo un reto en el que trabajo en la actualidad.

¿Optar por opositar era seguir el "camino fácil" para asegurarse un trabajo?

Sí. Es verdad que cuando estudias esta carrera universitaria, y al ser pocas chicas, te das cuenta que estás en un entorno que por tradición ha estado dedicado y vinculado a los hombres y siempre tienes en la cabeza cierta preocupación de si tendrás o no problemas en un futuro cuando estés embarcada y cómo vas a salvar esa situación en caso de que esos problemas surjan. No había muchas mujeres, y las pocas que había estaban navegando, así que no tenías tanto contacto con ellas. Entonces me pareció una alternativa, una vía fácil que me iba a permitir navegar y salvar esos posibles problemas que me podía encontrar. Encontré Vigilancia Aduanera y me pareció una opción bonita que me iba a proporcionar el seguir navegando y ser funcionaria del Estado.

¿Qué diferencias hay en la función pública?

En Vigilancia Aduanera he navegado con otras mujeres, pero no volví a sentir lo mismo que cuando navegué con mujeres en la mercante. Coincidí con algunas antes de entrar en Aduanas, que estaban empapadas de esa misma hostilidad que a veces tiene el mar, siempre estaban como en alerta para sobrevivir en ese entorno. Sin embargo, en Vigilancia Aduanera jamás he vuelto a notar esa sensación. Los problemas que puedan surgir dentro de la función pública son propios del trabajo, no de la condición de ser hombre o mujer. No hay diferencias salariales y tampoco he apreciado distinciones más allá que lo que se puede considerar como un hecho aislado de mala educación de un individuo en particular. Con esto no quiero decir que sea un camino de rosas. La desigualdad es un mal endémico a erradicar.

¿Cómo es su día a día?

Cada día se compone de tareas programadas en el día anterior y una cantidad impredecible de nuevas situaciones que pasan en tiempo real y a las que hay que dar respuesta inmediata y tomar decisiones. Tengo un importante equipo de trabajo que me acompaña en todo momento y en general son pocas las rutinas. Luchamos contra el narcotráfico, por lo que el día a día es bastante intenso. Nuestros clientes no son muy predecibles [risas]. Exige un despliegue de flota que intente salirse de la rutina en táctica operacional, hay que pensar nuevas estrategias y cada situación en la mar es diferente.

¿Es impredecible?

No puedes saber qué va a ocurrir, pero tienes que tratar de prever y plantear cómo vas a abordar las situaciones que puedan surgir. Es un trabajo en el que estás las 24 horas dándole a la cabeza. Es complejo, hay que vivirlo.

¿Las experiencias que tuvo en su vida profesional fueron positivas o encontró algunos comentarios que infravaloraran su trabajo?

Hay comentarios que tratan de desestabilizarte por medio de la infravaloración. Con los años, cuando llegas a determinados puestos de responsabilidad te das cuenta de lo absurdo que resulta. Te ríes internamente y luego sigues trabajando. Personalmente, no suelo perder el tiempo valorando comentarios de este tipo, entre otras cosas porque tiempo no tengo, no me lo permite mi trabajo. Pero sí que existen y claro que me importan, aunque no me afecten realmente. Creo que esa indiferencia, ante posibles comentarios provocadores que traten de buscar cierta reacción por tu parte, desde el puesto que ocupo, es la mejor de las aportaciones que puedo hacer por mi parte en la lucha contra la desigualdad.