Rebeca Vilanova es operadora de Servicios de Tráfico Marítimo desde hace casi 13 años. Tras trabajar en mercantes durante un año y medio opositó para entrar en Salvamento Marítimo: "Mi idea era navegar durante más tiempo, pero las oportunidades hay que tomarlas cuando vienen", explica. Vilanova señala que hay veces en las que las emergencias se complican por no poder situar su localización. "La gente se pone nerviosa y no sabe explicarte dónde está. Te dice: aquí. Se bloquea y no sale del bucle", señala la operadora de salvamento.

¿Qué razones la llevaron a estudiar Náutica?

Para empezar ni siquiera sabía que existía la carrera de Náutica. Nací en París y desde pequeña me gustaba mucho ver los barquitos del Sena. Después con 8 años me fui a vivir a Vigo y me encantaba ver los mercantes. Siempre decía que me gustaría estar ahí, aunque pensaba que había que entrar como marinero, luego navegar y hacer exámenes, pensando que se llegaba así. Cuando estaba en COU me enteré de que se estudiaba en A Coruña y dije "esta es la mía". Y aquí aterricé en 1997.

¿Cómo fue su primera experiencia en un mercante?

Es como un viaje a lo desconocido. Vas a un barco donde no te conoce nadie. Donde, además, por fin vas a poner en práctica lo que estudiaste en la carrera. Lo recuerdo con cariño y con mucha expectación. Y sí, a pesar de todo lo que estudias en la carrera hay cosas que solo aprendes cuando estás a bordo. La vida embarcada es lo que te da la experiencia.

¿Cómo fueron los primeros años en el sector?

Mi idea era la de navegar durante más tiempo, pero las oportunidades hay que tomarlas cuando vienen. Navegué año y medio y después ya entré en Salvamento Marítimo. Hoy en día con la globalización hay menos barcos de bandera española, la situación es difícil para embarcar y las condiciones empeoraron tanto en tierra como en mar. Me surgió la oportunidad de presentarme a las oposiciones de salvamento y aquí estoy desde hace casi 13 años.

¿Cómo es un día a día en la Torre de Control Marítimo?

Hay una parte que es rutina. En nuestro caso, llevamos el tráfico de A Coruña, Ferrol y Langosteira. También damos información meteorológica cada cuatro horas, que lo emite la Agencia Estatal de Meteorología, y algún aviso que pueda surgir a lo largo del día para los navegantes. Y luego están las emergencias, que surgen cuando menos te lo esperas y a veces lo hacen todas juntas, que dices tú si no podían venir un poquito repartidas. Pues no, la ley de Murphy es así [risas]. Y cuando abordas una emergencia depende del tipo, si es alguien que se cayó en unas rocas, si es una evacuación médica o un remolque.

¿Hubo alguna emergencia especialmente difícil?

Todas tienen su punto. Luego las hay más mediáticas, como el caso de los policías del Orzán, que fue una tragedia porque son muchas vidas. Casos como este son emergencias que te llevan tiempo. También hay hundimientos de pesqueros. Recuerdo uno que tuve cuando estaba en Fisterra, que fue el del Obusi. Tuvo un incendio en la máquina y se hundió en cinco minutos. Los pescadores intentaron apagar el fuego, pero cuando vieron que no podían nos llamaron, y menos mal que ya estaba en el aire el helicóptero que había salido a hacer un ejercicio. Lo desviamos y llegó muy pronto a tierra con los marineros.

¿Qué trabajo tienen detrás estos operativos?

Sobre todo de organización, porque tienes que mandar a las unidades. Luego hay emergencias que son un poco complicadas porque la gente se pone nerviosa y no sabe explicarte dónde está. Muchas veces pregunté la ubicación en la que se encuentran y te dicen: aquí. Pero claro, no es una posición a la que puedas mandar a un helicóptero a hacer un rescate. Tienes que estar con la persona, hablándole, tranquilizándola e intentando sacarle información porque el miedo es libre y hay veces que la gente se bloquea y no sale de la frase que te dice y entra en bucle. Necesitas un poco de precisión. Una vez se sabe la localización mandas a los helicópteros, a las salvamares, que a veces se da la situación de que esa ya está en el remolque y tienes que movilizar otra... Hay situaciones sobrevenidas que van sobre la marcha.

¿También controlan los dispositivos de separación del tráfico marino?

Sí, en España hay varios. Está el de Tarifa, que es un estrecho, en Canarias también hay y en Fisterra. Su función es organizar el tráfico y que no se crucen los barcos, para evitar situaciones de peligro. Es como poner una carretera. La gente se pregunta cómo pueden chocar dos barcos en el mar, pero si coges el AIS (sistema de identificación automática) ves que hay zonas del mundo por las que pasan todos los buques porque es la distancia más corta entre dos puntos. Hay lugares donde la densidad del tráfico es tan alta que hay que poner un orden para evitar situaciones de peligro.

¿Y a pesar de todas las medidas a veces hay choques entre buques?

Pasa, pero poco. Cuando se dan estos casos es porque surgió alguna otra dificultad: que haya mal tiempo, que un barco no pueda maniobrar a tiempo por algún problema... Estuve en Fisterra siete años y nunca tuvimos un abordaje en el dispositivo. Están pensados y regulados. Todos los barcos saben cómo tienen que proceder. Y la verdad es que funcionan muy bien. El día que se hundió el Costa Concordia (2012) hubo un abordaje en el Estrecho. Pero para todo el tráfico que tiene el dispositivo de Tarifa fue una cosa puntual y muy rara.

En el tráfico marítimo hay unas zonas denominadas especialmente sensibles, ¿hay alguna cerca?

Por aquí hay en la ría de Arousa porque es una zona en la que hay muchas bateas y en los parques naturales, como las islas Cíes. En Canarias también hay, por ejemplo. Son las que establece el Estado al haber obstáculos o al ser parajes naturales. Hay que tener más precaución cuando se navegue por esas zonas. Y que los dispositivos necesarios actúen con rapidez en caso de que se dé la situación a la hora de desplegarse.