Ayer, el mar de Sisargas pintaba de acero y pesaba en plomo las referencias de arqueo. El viento traía, desde muy temprano, ecos que las olas trasladaban hasta la playa grande de Malpica y los roquedos donde los pulpos intentaban eludir los conocimientos de un hombre que tenía en su cabeza todos los reglamentos, órdenes, ordenanzas y normativas habidas y por haber en el mundo de la mar y, especialmente, en la pesca de bajura.

Esas olas, ese cielo en gris, pesado, amenazante, cargado de malos presagios confirmaba, cuando el nuevo día apuntaba en el calendario que no en el horizonte, la noticia que, posteriormente, recorrió las calles todas de Malpica y los vericuetos de la costa gallega desde el sur al noreste: "Morreu Vila".

La noticia se extendió inmediatamente a toda la bajura española porque Vila -simplemente su apellido paterno- fue (me resisto a decir "es") el gran referente de la pesca de bajura en España y, especialmente, en Galicia.

José Manuel Vila, secretario del pósito de Malpica, llevó siempre en su cabeza y su corazón -equivocado o no- la defensa de las cofradías de pescadores, la lucha contra la ilegalidad de las ventas en negro del pescado capturado porque evidenciaban la falta de compromiso con los pósitos y el fraude a Hacienda, la necesidad de regir la pesca y su sostenibilidad mediante cupos y potencias, el control de las capturas de percebe en las costas de su responsabilidad, la limpieza de los mares y sus fondos para evitar la contaminación de las aguas y los daños innecesarios a la pesca...

Hablaba de normativas y ordenanzas como quien relata las peripecias de una partida de petanca y no dudó nunca en enfrentarse a los más altos responsables de la pesca en Galicia y España si consideraba que la razón estaba de parte del marinero y de los que de la mar viven.

Vila, el marinero en tierra que tuvo en sus manos la defensa de la pesca gallega en su etapa como portavoz de Pesca del Grupo Parlamentario Popular en la Cámara Autonómica, que mantuvo contenciosos con la Administración que regía "su" Partido y "su" presidente Fraga y luchó a brazo partido para demostrar que había métodos que esa administración empleaba indebidamente, ha perdido el último asalto de una cruel enfermedad que le aleja oficialmente de los papeles de la pesca, de las cofradías, del marisqueo y hasta del pósito malpicán que, por decisión de sus rectores, cerró ayer sus puertas como señal de luto por el que se fue y ya no volverá a ocupar ese despacho en el que tantos papeles han sido consultados, releídos, destripados hasta la extenuación por el empeño de un hombre que siempre miró de frente a las olas y a quienes sobre ellas trabajaban.

"Morreu Vila", y Malpica y la mar no lo creen todavía. Su esposa y su hijo, al igual que los marineros malpicáns, tendrán que hacerse a la idea de que la vida va a ser otra sin ese hombre que, en las últimas semanas, además de la mar quería sentir de cerca -como hizo siempre- la vida oficial de su Malpica de siempre.

José Manuel Vila será acompañado hoy, a las cinco de la tarde, en su última singladura a la iglesia parroquial y a la tierra que siempre tuvo como propia de aquellos que la defienden.

Hay que acostumbrarse al hecho de que ya no volverá ni al pósito ni al ayuntamiento. Vila se queda ahí arriba, en el mismo cementerio al que los vientos llevan el salitre de cada día, renovado para que la vida haga olvidar que "morreu Vila".