Cada vez son menos los jóvenes que, al cumplir los 18, esperan con ansias hacer el examen práctico de conducir para sacarse el carnet y buscar un coche con el que recorrer el mundo y vivir aventuras. Según datos de la DGT correspondientes a 2019, los últimos disponibles, de los 18 millones de conductores que había en España en 2015, quedaban poco más de 16, casi dos millones menos que se distribuyen entre todos los rangos de edad pero sobre todo entre los conductores jóvenes de entre 18 y 34 años, que han pasado de representar el 40% de los conductores en el 2000 a apenas el 25%.

Hay varios motivos que han llevado a este descenso del interés en sacarse el permiso de conducir, desde económicos hasta sociales y demográficos. El primer motivo que se nos viene la cabeza es el coste, con un precio medio que puede rondar los 1.000 euros e incluso superarlo. No obstante, no es el coste de por sí un motivo de rechazo, ya que siempre ha sido caro sacárselo, sino que es este coste unido a otros motivos, como una mayor oferta de movilidad, las nuevas tecnologías o la necesidad de cubrir menos distancias.

La digitalización perjudica al coche

Y es que muchos de los jóvenes empezarán a trabajar en la era de la digitalización y, en muchos casos, del teletrabajo, en la que desplazarse a la oficina solo ocurrirá en días contados y, por tanto, estos pueden preferir tomar el transporte público, sobre todo los habitantes de las grandes ciudades. Si a esto se le suman las nuevas modalidades de movilidad, como el auge de los patinetes eléctricos o las bicicletas, y la conciencia ecológica, que tiene el coche injustamente personificado como el destructor del medioambiente.

Ya ni siquiera es preciso el coche para ir a comprar, ya que Internet está plagado de opciones, de nuevo sobre todo para los que vivan en ciudad, para comprar cualquier tipo de cosas, desde libros hasta la comida del día a día. ¿Y si tienen que salir de la ciudad y cubrir largas distancias? Pueden optar tranquilamente por aplicaciones como BlaBlaCar, que les permiten satisfacer sus necesidades sin tener que conducir.

Cambios sociales

En el siglo XX, tener coche significaba hacerse mayor. No diremos que es algo parecido a los rituales que se ven en las películas, pero sí se consideraba un símbolo de madurez. Tener coche era algo ‘guay’, pero ahora ya no lo es. El concepto de propiedad, no solo del coche, sino de todo, ha perdido prestigio. ¿Cuánta gente compra películas o discos? Los jóvenes prefieren pagar una cuota por acceder a una biblioteca infinita de opciones. Con el transporte es lo mismo, en vez de pagar miles de euros, más todos los gastos derivados del mantenimiento del coche, prefieren pagar solo cuando necesiten moverse, ya sea en transporte público o en otras modalidades de movilidad.

Finalmente, hay que tener en cuenta que la gran mayoría de los jóvenes que optan por no sacarse el carnet de conducir son residentes de grandes ciudades, donde todos los puntos de interés y sus trabajos quedan bien conectados en metro, autobús u otros tipos de transporte público. Las restricciones impuestas a los coches más viejos en Barcelona y Madrid, que pronto se harán extensibles a las ciudades de más de 50.000 habitantes, tampoco ayudan al automóvil, que ve que, al menos entre los jóvenes, ha perdido importancia.