Adecuar los neumáticos a las condiciones climáticas es fundamental para garantizar una conducción segura. Además de revisarlos con frecuencia y proceder a cambiarlos cuando sea necesario, debes emplear una rueda que está adaptada al calor o al frío y por ello, existen diferentes tipos.

Los neumáticos de invierno, poco empleados en nuestro país por las condiciones meteorológicas que vivimos, son los más recomendable en áreas de montaña donde nieva con cierta frecuencia y donde las temperaturas bajan sistemáticamente por debajo de los 7 ºC en la temporada de frío. El peligro de usar neumáticos convencionales o de verano en estas condiciones climáticas es que las ruedas pierden adherencia y la distancia de frenado puede aumentar varios metros.

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Un neumático de invierno puede superar sin problemas pendientes nevadas de 9° de inclinación y es capaz de detener, de una forma mucho más rápida, la frenada del coche. Además, su compuesto contiene un mayor porcentaje de caucho natural, lo que permite que se mantenga suave y y flexible en temperaturas frías. En el caso de las ruedas de verano o convencionales, como no están diseñadas para este tipo de condiciones climáticas, el compuesto se pone duro y quebradizo y reduce la tracción y el agarre. Se recomienda poner estar ruedas en el coche en el mes de octubre y volver a hacer el cambio de nuevo sobre el mes de marzo.

Estas ruedas son una alternativa legal para circular cuando las autoridades obligan a usar cadenas en determinadas carreteras y su uso llega a ser incluso mucho más efectivo y cómodo que usar cadenas, ya que estas solo pueden usarse a bajas velocidades y es necesario montarlas cuando nos encontramos con condiciones invernales, como hielo y nieve, para posteriormente retirarlas. Esto no es necesario hacerlo cuando se usa neumáticos de invierno, con lo que se gana mucho en comodidad y  al ir montados en los dos ejes se consigue una circulación más homogénea y natural en comparación con las cadenas.