El cine sin palabras del malayo-taiwanés Tsai Ming-Liang acaparó la jornada a competición de la Berlinale ayer, la penúltima de un festival que año a año ha reeditado su fidelidad hacia el cine asiático.

El homenaje de la 70 edición fue para la actriz británica Helen Mirren, a quien el festival entregó el Oso de Oro de Honor a su carrera. La sección oficial se consagró a Rizi, el último exponente de poética silenciosa del director asiático. Un hombre con la mirada perdida tras un ventanal, con un vaso de agua sobre la mesa impoluta, que no tocará, mientras se oye el rumor de una lluvia incesante, que a veces arrecia y a veces amaina: así son los seis minutos en plano fijo con que arranca Rizi.

Otro hombre, más joven, en una vivienda algo roñosa y sin muebles, limpia su ensalada, corta un pepino y luego remoja el pescado en el barreño que luego usará en su ducha: así presenta el director al coprotagonista de su filme.

"Transporto al lenguaje del cine los ruidos que nos rodean", explicó el realizador, nacido en Malasia y asiduo en los festivales europeos.