Desde su publicación hace cuatro años, la novela de Fernando Aramburu ‘Patria’ se ha convertido no solo en un fenómeno de ventas, sino también en uno de los acontecimientos culturales más importantes de las últimas décadas, una obra monumental que abarca 40 años de la historia de nuestro país a través de las heridas que ha generado el conflicto vasco desde la perspectiva de diversos personajes marcados por la ideología, el dolor, la culpa o la pérdida.

La expectación ha sido máxima desde que se anunciara la adaptación televisiva en forma de serie por parte de la cadena HBO, que ahora se presenta en el festival de cine de San Sebastián. ¿Cómo trasladar en imágenes las páginas de un libro que se ha convertido en un clásico de nuestro tiempo y cuyo espíritu ha quedado incrustado en el imaginario colectivo de sus lectores?

El creador de la serie, Aitor Gabilondo sabía que no era una tarea fácil y que se enfrentaba a uno de los mayores retos de su carrera profesional, que abarca hitos televisivos como ‘El Príncipe’. “Siempre tuve claro cuál era el corazón de la historia, esas dos madres, mujeres fuertes separadas por la violencia durante años. Un choque entre dos universos en el que no se simplificaba el concepto de víctima o verdugo, sino que servía para poner de manifiesto sentimientos muy fuertes, muy profundos y viscerales y que proponía un viaje tanto psicológico, como emocional o incluso existencial muy potente”.

En efecto, Bittori, esposa de una víctima (una inmensa Elena Irureta, en el papel de su vida) y Miren, madre de un terrorista (también inolvidable Ane Gabarain) son el principal motor sobre el que se sostiene esta ficción televisiva de ocho episodios que se estrenará el próximo 27 de septiembre. Pero a su alrededor también encontramos todo un crisol de personajes que sirven para trazar toda esa bomba de relojería que, a modo de contradicciones, ha estado presente en Euskadi a lo largo de estos años. Para Gabilondo, dibujar los diferentes puntos de vista resultaba fundamental para abordar el mundo de la lucha armada, el encarcelamiento de los presos, el sentimiento de rabia o de decepción, el miedo de las víctimas y su estigmatización o la división dentro de las comunidades entre buenos y malos a través de una atmósfera marcada por la represión y la asfixia.

Frente a una ficción

“Fueron años convulsos y dramáticos que viví de cerca”, continúa Gabilondo. “Yo era chaval en los años 80 y era importante para mí intentar trasmitir ese ambiente con la mayor precisión posible, aunque siempre intento recalcar que nos encontramos frente a una ficción, una dramatización de hechos que no son en ningún caso verdades absolutas”.

Hace unas semanas la publicación de un cartel en el que se veía la imagen de un asesinato contrapuesta a las torturas en las cárceles a miembros de ETA causó un gran revuelo que incluso llevó a Aramburu a desvincularse de la maquinaria publicitaria de HBO. ¿Tienen los responsables miedo a nuestras polémicas? “Yo creo que las controversias son sanas, que una ficción genere debate es estimulante. Esta siempre ha sido una historia con dos caras y la herida continúa siendo muy reciente, hay mucho dolor y hasta cierto punto es un tabú hablar de ciertos temas. Así que es normal que remueva o incomode”.

Miserias de los personajes

Otro de los mayores hándicaps a los que se enfrentaba la adaptación de ‘Patria’ era no solo hacer fluir la narración a través de los diferentes puntos de vista, sino contraponer el pasado y el presente, el germen de todo, con su ocaso. Como dice Gabilondo, el paso del tiempo va haciendo su trabajo de erosión en los personajes y va empapando lentamente, esculpiendo las miserias de los personajes. En ese sentido, reto conseguido. Los años 80 se contraponen casi a modo de espejo con un presente (el año 2011, tras el anuncio del cese de actividades de la banda terrorista) repleto de traumas y las transiciones entre ambas partes están engarzadas con una extrema elegancia.

El primer capítulo de ‘Patria’, uno de los mejores que ha dado la ficción televisiva española, se abre con la muerte del Txato, el marido de Bittori. Gabilondo sabía que tenía que adaptar la novela para que fuera cinematográfica, y ese momento, en realidad, es el que lo vertebra todo. Lo vemos al principio y al final del capítulo de dos formas diferentes, la última a través de un plano secuencia que culmina con un grito desgarrador, un cuerpo acribillado y la lluvia omnipresente. Desde este momento, se puede considerar historia de la televisión.