Proyección de la película de Eloy Enciso.

Anxo regresa a su pueblo natal en la zona rural de Galicia. Allí se encuentra con el rencor tanto de ganadores como de vencidos, quienes le ven en peligro de profundizar en memorias que creían haber olvidado.

El gallego Eloy Enciso pasó una etapa difícil después de su segunda película. En 2013 y 2014, durante la peor etapa de la crisis económica, no tenía trabajo ni dinero. El descontento con la situación del país le llevó a investigar las raíces de los problemas que arrastrábamos. Y de la Transición pasó a la Guerra Civil y a la posguerra, que de repente le empezó a decir muchas cosas. El resultado de esa investigación se convirtió en Longa noite, una película que lo confirma como uno de los cineastas más interesantes y capaces del panorama.

El mayor mérito de Enciso es coordinar un discurso cinematográfico propio que recoge y reconstruye la memoria de lo que ocurrió en aquella época. Es un mérito enorme: pese al férreo compromiso que tiene el director con las fuentes primarias y su manera de contar el pasado, consigue transmitir sensaciones humanas y concretas sin ser grandilocuente ni demasiado dramático. El resultado de esta vuelta de un hombre (Misha Bies Golas) a su pueblo es una auténtica clase de historiografía y humanidad en una forma que sólo puede ser cinematográfica.

En Longa noite la memoria es un gran cuadro abstracto, con diferentes sentidos, que se pinta a través de miles de pinceles distintos y anónimos. No existen más que las dolorosas historias y las percepciones de cada persona sobre lo qué pasó y, sobre todo, qué significó para ellos lo que sucedió en el conflicto y el principio del franquismo. Lo oficial no está expuesto si no es a través de la boca de alguien y su experiencia; por sí solo no explica nada. Pero lo individual no es individualista ni anecdótico, sino una pieza más de un puzle que nunca se acaba.