Dentro de una tormenta de niebla, Poncia, la criada de Bernarda Alba, reza por la muerte de Adela. La casa se hundió en un mar de silencio. Poncia habla sola y también con ellas, con Bernarda Alba y sus hijas.
Este texto está escrito a partir de las intervenciones del personaje de Poncia en la obra de Federico García Lorca. En un análisis profundo del personaje rescaté las intervenciones de Poncia y las convertí en reflexión, en soliloquios, en diálogos con fantasmas y sombras. De esta forma se ilumina una nueva mirada al interior de la casa. En la obra original asistimos a una sucesión de acontecimientos que se desarrollan, aquí, en este Poncia, núm. Habla tras el shock que le produjo el suicidio de Adela. Todo sucede después de su muerte.
La lengua de Poncia se desata en un lugar prohibido a las palabras. Poncia ajusta cuentas con los habitantes que sobreviven en su interior. Descubrimos la simpatía de Poncia por los más pequeños de la casa. Reclámala. Murió una mujer valiente, dice, y se culpa por no hacer más de lo que hizo para separar a los amantes clandestinos. Poncia siempre me ha sugerido como ningún otro personaje que vive en la casa de Bernarda Alba. Los personajes de las criadas encierran un interesante enigma.
Son personajes que presencian los vaivenes de los protagonistas. Conocen la verdad del interior de las casas y poseen la filosofía oculta de las clases populares.
Escuchamos la voz de la criada para iluminar los rincones de la obra de Lorca. Poncia habla de suicidio, de libertad, de culpa, de clase, de educación, de sexo y habla con toda la fuerza de la voz que ha sido abusada y silenciada. El alma de Poncia se abre para insistir en la necesidad de trasladar a los demás la idea de amarnos a nosotros mismos libremente.