-‘Tres’ está protagonizada por una mujer cuyo cerebro empieza a procesar el sonido más tarde que las imágenes. ¿Cómo surgió esa idea?

-En la idea original el protagonismo no recaía en ella sino que la protagonista era la desincronía misma: aparecía en nuestro mundo y arrasaba con todo. Luego decidí asociarla a un personaje, y que la desincronía externa se convirtiera en reflejo de su desincronía interna. Es una mujer que ha perdido su centro; no vive el presente, y está descolocada, y creo que todos podemos identificarnos con esa sensación.

-‘Timecode’ ya jugaba con el concepto de la comunicación asíncrona. ¿Es causal?

-Es más barato hacer terapia, pero en todo caso el cine te sirve para conocerte un poco más. A mí me cuesta ser extrovertido y hablar de mis sentimientos, y por eso no es casual que en mi película nadie diga las cosas a la cara. Me fascina que en el cine americano todos los personajes cuenten lo que les sucede con rapidez y total claridad, y que sus interlocutores siempre les respondan justo con la frase más adecuada. En la vida eso no pasa.

-¿Es consciente de que ‘Tres’ no se lo pone fácil al espectador?

-Por supuesto. Hablé con neurocientíficos para prepararla, y aprendí que nuestro cerebro tiene un mecanismo que intenta sincronizar en todo momento el sonido que no está sincronizado; en consecuencia, la desincronía nos crea una incomodidad muy particular. Basar una película en un dispositivo dramático que el espectador está biológicamente incapacitado para aceptar plantea un reto tremendo, pero en fin.

-¿Cómo gestionó el enorme éxito cosechado por ‘Timecode’?

-He tenido la suerte o la desgracia de que me llegó cuando yo ya tenía una carrera larga detrás. Soy consciente de que, cuando algo así sucede, al cabo de cierto tiempo tienes que volver a sentarte en tu oficina para enfrentarte al siguiente proyecto, y volver a llamar a muchas puertas. El éxito de ‘Timecode’ ayudó porque me convirtió en una figura relativamente conocida, pero afortunadamente supe relativizarlo.

-Usted ha seguido una trayectoria muy singular. ‘Tres’ es solo el segundo largometraje que dirige en 25 años, y en ese tiempo se ha centrado en hacer cortometrajes...

-Sí, pasé ser una promesa a protagonizar retrospectivas. Mi primer largo me costó un esfuerzo increíble y, aunque funcionó bien en festivales, fue un suicidio a nivel financiero. Me costó mucho pasar página. Afortunadamente los cortometrajes salvaron mi carrera, porque me mantuvieron vivo como director.