Crítica
'El año más violento': Augurios confirmados
La película de J.C. Chandor comienza con una cierta frialdad, fruto de su intento de captar con toda la minuciosidad necesaria
Antonio Dopazo
Sólida, sin concesiones a la galería y con un documentado soporte dramático, este tercer largometraje del director J.C. Chandor, tras los buenos augurios que apuntaban Margin Call y Cuando todo está perdido, viene a confirmar el más que prometedor futuro de un cineasta que tiene una virtud esencial, la de acometer los temas que toca con una profundidad más que considerable, permitiendo que el público tenga acceso a los elementos fundamentales de lo que está viendo.
Aquí lo hace sumergiéndose de lleno en el Nueva York de 1981, considerado el año más violento de la ciudad, a través de la trayectoria profesional de un hombre, el joven de origen latino Abel Morales, que se ha convertido en una pieza clave del suministro de combustible a los camiones desde las propias barcazas en las que llega al puerto. Avalada por la crítica de Estados Unidos, que la situó en numerosos casos entre las diez mejores cintas de 2014, y presentada en numerosos festivales, fue nominada al Globo de Oro a la mejor actriz de reparto por la magnífica interpretación de Jessica Chastain, acompañada por un Óscar Isaac, de origen guatemalteco, que tampoco se queda atrás.
Como es habitual en su obra, la película de Chandor, escrita por él mismo, comienza con una cierta frialdad, fruto de su intento de captar con toda la minuciosidad necesaria los resortes mínimos pero importantes de la historia, pero va tomando cuerpo y subiendo la temperatura a medida que avanza la proyección. Abel, empeñado en hacer realidad con su ejemplo el denominado sueño americano, ha apostado muy fuerte para adquirir un local que le puede asegurar una autonomía completa en su trabajo e impedir que los pistoleros y mafiosos que se mueven en este ámbito impongan su ley con el crimen.
Él no está dispuesto a jugar sucio y aunque no puede presumir de haber manipulado datos en sus relaciones con el fisco, tiene clarísimo que no se saldrá de los cauces de la legalidad y que evitará la violencia como método. Con estos planteamientos y con el apoyo de una mujer, Anna, que a pesar de ser, o precisamente por eso, hija de un gángster de segunda fila sabe moverse como pez en el agua en un territorio tan dado a la extorsión, los proyectos de Abel van conformándose. Eso sí, la suya es una situación muy delicada y proclive a bruscas caídas.
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