No hacía falta pretexto alguno para realizar un documental profundo, exhaustivo y completo sobre la figura icónica del hombre que elevó en todos los aspectos la importancia del flamenco, tanto en España como en el plano internacional y de ahí que no era necesario justificarlo mediante la efemérides del 25 aniversario de su muerte. Pero se ha hecho así y hay que agradecerlo porque con ello se ha elaborado el mejor largometraje sobre Camarón de la Isla que se ha filmado hasta ahora, especialmente valioso por la enorme cantidad de documentos, desde fotografías hasta testimonios personales, que ha sacado a la luz. Sin obviar en absoluto su condición de líder indiscutible del pueblo gitano.

El director Alexis Morante ha desarrollado un trabajo que hay que agradecer porque conlleva, asimismo, una antología muy bien escogida de las mejores canciones del artista, fallecido tempranamente en 1992 a la edad de 41 años. Con su gigantesca aportación, no sólo confirió carta de identidad y una categoría sin precedentes al flamenco, sino que logró abrir en los círculos culturales las puertas de Estados Unidos. El documental abarca desde que era apenas un niño que ya mostraba sus cualidades para cantar flamenco con una voz y un estilo únicos, aunque sufrió el rechazo sistemático de quienes pensaban que sus rizos rubios en el pelo eran incompatibles con el estilo de música que practicaba, hasta su muerte, víctima de un cáncer de pulmón que en buena parte se vinculó al consumo de drogas y a su condición de fumador compulsivo.

La cinta, por tanto, no recurre a entrevistas inéditas que enriquezcan ingredientes determinados de su existencia, prefiriendo consultar los materiales del archivo familiar con el fin de dar cobertura a aquellos temas que más peso tuvieron en su carrera, entre ellos, por supuesto, su estrecha amistad con Paco de Lucía. Hay, asimismo, una parte significativa que muestra sus comienzos y la confianza decisiva que depositaron en él expertos del flamenco, entre ellos Antonio Mairena y Juanito Valderrama. El tema, no obstante, de mayor envergadura es la polémica a que dio lugar en su afán por renovar el flamenco, suscitando la ira de los ortodoxos que pusieron el grito en el cielo ante unos criterios puestos en entredicho. También la polémica en torno a su legado artístico.