Calificación: ***. País: Francia, 2019. Dirección y guion: Romane Bohringery Philippe Rebbot. Fotografía: Bertrand Bouly. Música: Arnaud Fleurent-Didier, Frederic Bures y Sebastian Martel. Intérpretes: R. Bohringer, P. Rebbot, Rose Rebbot Bohringer, Raoul Rebbot-Bohringer, Richard Bohringer, Brigitte Catillon, Aurelia Petit, Francois Picard, Mathieu Sampeur, Yves Storper. Duración: 97 minutos.

Es bastante original, destila ocasionalmente imaginación y su sentido del humor, a pesar de no ser especialmente rentable, permite al espectador interesarse por lo que está viendo. Una gama de recursos que, entre otras cosas, permite que el ritmo de comedia se sostenga casi siempre en pie. Eso sí, no es la primera vez, desde luego, que se aborda el tema, el de un divorcio amistoso entre una pareja que ha dejado de quererse y que decide algo muy sui generis, seguir viviendo en la misma casa sin amor. La novedad, también relativa, es que ambos optaron por una solución que entraña establecerse en domicilios contiguos para seguir conservando unas relaciones muy estrechas de cara a la armonía con dos hijos todavía pequeños. Tanto es así que viven todos en dos apartamentos separados que se comunican a través de la habitación de sus hijos. Con estos elementos se ha ultimado un experimento válido y a recomendar que ha sido codirigido por un matrimonio en la vida real, el que forman los actores Romane Bohringer y Philippe Rebbot, que son los intérpretes, los guionistas y los directores y que asumieron el tema a partir de su propia realidad. Lo hacían, para mayor dificultad, desde su condición de debutantes en la pantalla grande, rodando una opera prima, pero sabiendo que se involucraban en una operación que les resultaba apasionante. Se trataba de colgar todas sus vivencias y recrearlas y como las sentían. Ni más ni menos. Ese fue el comienzo, allá por 2016, y estaba claro que no dudaban en revelar sus intimidades. El milagro ha cobrado vida propia y las imágenes sienten el aliento de unos personajes que desprenden a la vez porciones nada desdeñables de ternura y encanto. Algo que hubiera sido absolutamente imposible sin unos actores que se incorporan a sí mismos con una naturalidad obvia. De este modo la película gana en cohesión y en credibilidad y deja paso a pequeños momentos deliciosos. Nominada a varios premios Cesar, entre ellos el de mejor opera prima, los Bohringer y Rebbot nos ofrecen una de esas modestas cosas que deben valorarse.