Crítica de 'Strange Darling': Un caramelo envenenado

'Strange Darling' es una de las películas independientes de género más aplaudidas de la temporada. También es un caramelo envenenado, una película inesperadamente problemática, cuestionable, y, por ello, un auténtico (e incómodo) desafío para el espectador. En los primeros minutos de 'Strange Darling', vemos a una chica correr ensangrentada por un bosque. Un hombre la persigue. A partir de ahí, JT Mollner juega con nuestras expectativas. Su película tiene una estructura (capitular y desordenada) y un 'look' tremendamente atractivos. Filmada en 35mm (como indica un rótulo al inicio), 'Strange Darling' es magnética: la fotografía expresiva de Giovanni Ribisi, con el rojo devorando la pantalla, la hipnótica, fantasmal, banda sonora de Z Berg o un buen diseño de personajes (La Dama y El Demonio). Pero el contenido de ese envase no es inofensivo.

Es difícil entrar al detalle de 'Strange Darling' porque su mecanismo es la sorpresa y supondría destriparla, pero es importante señalar lo controvertida que es en su aproximación al 'thriller' de psicópatas (su trabajo con los estereotipos de género, su reflexión verbalizada sobre el true crime), su ataque frontal a la idea que Mollner debe tener de la corrección y su demolición de la conversación actual (y sus consecuentes relatos) sobre temas muy delicados. 'Strange Darling' es una película envenenada que puede indignar (parece hecha para eso) pero a la que quizá se le deba agradecer que nos sacuda, nos moleste y nos haga pensar y repensar las narrativas de las ficciones del presente.