Con una crianza oxidativa en damajuanas de cristal bajo el sol durante al menos 18 meses y sometidos a bruscos cambios de temperatura, la D.O. Rueda recupera los ancestrales vinos rancios pálido y dorado para maridar con aperitivos y postres. “Son unos tragos secos que sorprenden al paladar por sus aromáticos y complejos matices”, asegura Marta Martínez Bujanda, flamante presidenta de la Ruta del Vino de Rueda, mientras brinda con una copa del dorado 'De Alberto' para celebrar el récord histórico de ventas registrado el año pasado por los bodegueros de Rueda: más de 100 millones de botellas a pesar de la pandemia, un 23 por ciento más que el año anterior.

Dorado y pálido, cuyas elaboraciones se remontan al siglo XIV, son dos de las reactualizadas propuestas de verdejos rancios que han logrado colarse en las cavas de los mejores sumillers de España y traspasan fronteras para embriagar los paladares más exquisitos de Holanda, Reino Unido, Alemania y Estados Unidos.

“En la zona de Rueda siempre se han elaborado vinos de crianza ecológica y oxidativa”, prosigue Martínez Bujanda, unos caldos que ya disfrutaban en la corte de los Reyes Católicos y que ahora resurgen frescos y generosos, encabezados con alcohol vínico, y elaborados con uva verdejo. También puede llevar uva palomino fino y una graduación mínima de 15 grados.

Marta Martínez Bujanda.

El dorado 'De Alberto' se reinventa unicamente con verdejo con una crianza oxidativa en damajuanas de cristal y envejecido en botas de roble apiladas en soleras. “Va muy bien para el aperitivo, con quesos, anchoas o para disfrutar de los postres durante una larga sobremesa”, asegura la presidenta de la Ruta del Vino de Rueda. El Pálido de esta bodega, con una producción de solo 1.400 botellas al año, tiene una crianza biológica bajo velo de flor durante un mínimo de tres años en botas de roble. “Una joya seca al paladar con inconfundibles toques salinos”, añade.

Aunque los vinos rancios están de moda, Marta Martínez Bujanda destaca que Rueda es sobre todo verdejo, ese vino blanco, un trago “con una notita de amargor que te hace salivar, marida con cualquier comida, huele a flor blanca e hinojo con toques muy tropicales”.

Pero, ¿cuál es el mejor verdejo de Rueda? “¿Por qué hay que elegir uno?”, se pregunta Martínez Bujanda, convencida de que hay un verdejo “para cada momento”. Tradicionalmente son vinos blancos jóvenes, de crianza sobre lías, en barricas o incluso oxidativa, “pero nos hemos dado cuenta de que estos vinos envejecen muy bien en botella”.

Rueda recupera además clones de verdejos genéticos muy antiguos, como la malcorta, de complejísima vendimia, por lo que fue abandonada por los agricultores, que ha resucitado el viticultor Javier Sanz. En proceso de investigación está la rústica y tinta cenicienta.

“Y no podemos olvidar de que en Rueda, en cuatro hectáreas de La Seca, también se da la uva bruñal con la que se elabora un riquísimo tinto”, subraya Martínez Bujanda al tiempo que anima a disfrutar de la renovada oferta turística de la Ruta del Vino de Rueda que atraviesa las provincias de Segovia, Ávila y Valladolid. “Podemos presumir de ser un destino en el que además de tener buenísimos vinos no nos falta la buena mesa ni la apasionante historia que cautiva a los más curiosos”, concluye Martínez Bujanda.