Los champiñones se cortan en láminas finas. Las alcachofas y los mejillones escurridos —si son frescos se abren al vapor— se trocean, y el jamón y el salami se cortan en tiras delgadas. Por otro lado, el queso se corta en lonchas finas. Los tomates, pelados, se aplastan con un tenedor y se aliñan después con sal, pimienta recién molida y orégano.
Se extiende la masa fermentada, dejando los bordes algo más gruesos, y se forman con ella dos bases redondas, con el tamaño adecuado —no muy grande— para que puedan cocerse a la vez. En la placa del horno, untada con aceite, se colocan ambas bases, se pinchan con un tenedor por varios sitios, y encima de ellas se distribuye el tomate aliñado; el resto de los ingredientes —champiñones, alcachofas, mejillones, jamón y salami— se reparten y combinan de acuerdo con el gusto de los comensales.
El queso se distribuye por encima de las dos pizzas, que se decoran con las aceitunas y las anchoas. Se introducen en el horno, precalentado a 220 grados, durante unos 30 minutos a temperatura media. Cuando estén en su punto, se sirven muy calientes.