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Abba y la pereza

Antonio Rico

Lo sé, lo sé, hay gente a la que le gusta Abba. Es algo que me costó mucho tiempo asimilar pero que finalmente he aceptado. Hace veinte años estaba convencido de que las grandes cifras del fenómeno Abba no eran más que un gran montaje publicitario que intentaba que alguien comprara el single de Chiquitita. "Esto no puede ser real", comentaba a mis amigos y todos asentíamos. Ahora sé que no. La imagen de Björn y Benny cantando entre brumas "super-per-per trouper-per-per" no sólo gusta en Örnsköldsvik, entrañable ciudad de la Suecia septentrional en donde la hora y media de luz que reciben durante el invierno explicaría la aparición de este tipo de parafilias. No. También en la tierra que parió a Camarón y le escuchó cantar La leyenda del tiempo hay gente a la que le parecen de buen gusto las flautas andinas del comienzo de Fernando . Nadie sabe por qué. Pero es así. Asumámoslo de una vez y vivamos con ello.

Son personas, por otro lado, completamente normales. Tienen relaciones familiares igual de malas que todo el mundo. Estudian o trabajan con la misma ineptitud que usted o que yo. Uno los puede tener años y años como amigos y no notar nada. Pero un día esperando en una cola canturrean "degüiner teicsitoool" sin notar el escalofrío de pánico que recorre la columna vertebral de los que le rodean. O pasan por la sección de discos del cortinglés y sostienen durante unos segundos el ABBA Gold repasando la lista de canciones. O, peor aún, vas a visitarlos en Nochevieja, pongamos a la una, y te los encuentras ensimismados viendo Abba The Show, un concierto en directo de unos imitadores del grupo sueco con el que Antena 3 decidió iniciar 2009. La ficha técnica del espectáculo lo califica dentro del género de terror. Se queda corta. "Espera, tío, yo no salgo, que este concierto está muy bien. Mira, I have a dream, ésta es muy buena". Hay gente a la que le gusta Abba y de pronto da una pereza terrible afrontar el nuevo año.

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