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Aída ha salido un momento

Antonio Rico

Y a sé que existe el precedente de Yo soy Bea -que siguió siendo Bea a pesar de que ya no era Bea-, pero aún así confieso que eso de que en Aída ya no aparezca Aída me provoca unos problemas epistemológicos irresolubles. Es inquietante. Es como si a partir de hoy los concursantes de Pasapalabra tuvieran que dejar de decir "pasapalabra" cuando quisieran pasar palabra para decir "siguiente término, por favor", y el concurso, nihil obstat, siguiera llamándose Pasapalabra. Como si en Gente no saliera gente. Como si los tertulianos de 59 segundos tuvieran que ceñirse a intervenciones que durasen 2 minutos y 35 segundos. Como si La previsión de las 4 se emitiera a las nueve menos veinte o en That's English enseñasen italiano. Como si Concha García Campoy comenzara a hacer un late night en Antena 3 y lo siguiera llamando Las mañanas de Cuatro. Como si en Los desayunos de TVE merendasen.

Ya sé que el personaje de Aída no era el protagonista absoluto de la serie, dado el carácter coral de la misma. Aída en Aída era como el doctor en Alaska en Doctor en Alaska. Como el médico de familia en Médico de familia. Como Frasier en Frasier. Como Dallas en Dallas, el sexo y Nueva York en Sexo en Nueva York o los Simpson en Los Simpson. Cuando Buenafuente dejó temporalmente Buenafuente para irse de vacaciones el programa tuvo el detalle de pasar a llamarse Buenfuente ha salido un momento. Pues eso.

Manías academicistas. Soy de la compulsiva opinión de que si un espacio lleva un nombre en su título entonces la persona nombrada debe salir en dicho espacio. Eso sí, si en El programa de Ana Rosa deja de salir Ana Rosa juro que aullaré de satisfacción, me meteré mis remilgos epistemológicos por donde me quepan y me zamparé feliz el coñazo esperando que llegue Karlos Arguiñano a la cocina de Karlos Arguiñano en tu cocina.

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