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Bart y Bugs Bunny
Antonio Rico
Vimos ayer que Los Simpson ya no son lo que eran porque hay cosas en la serie que cambian (Homer está perdiendo su encanto original de perdedor enamorado de la vida y cada vez se parece más al insoportablemente ramplón Peter Griffin). Pero hay algo más que ha cambiado y hace que las cosas ya no sean lo que eran: nosotros.
Nosotros ya no somos los de antes no sólo porque pasaron casi veinte años desde aquel lejano día en que La 2 estrenó la serie a las once de la noche y unos cuantos la esperábamos con los ojos como platos para ver cómo estallaba desde el primer fotograma. Es que llevamos casi veinte años viendo Los Simpson con devoción y eso ha transformado nuestra mirada (entonces maravillada y hoy acostumbrada a las maravillas) en una mirada resabiada y más exigente.
Más aún, la mayoría de sus actuales seguidores han nacido y crecido viendo la serie, así que su manejo del lenguaje audiovisual permite asimilar con naturalidad un ritmo narrativo y una forma de mostrar las cosas que hace 20 años era inimaginable. Es difícil que te sorprenda con una palabra nueva quien te enseñó a hablar.
Aún más, el entorno televisivo actual ya no es el mismo. Antes de Los Simpson, el colmo de la irreverencia era Bugs Bunny, y Beavis y Butthead resultaban desconcertantes. Hoy nadamos en productos audiovisuales que, como pisan sobre la familia amarilla, recorren caminos que hace 20 años nadie podía imaginar.
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