No son horas, Ferreras, no son horas. No me fastidies. ¿Cómo que Al rojo vivo va a comenzar a emitirse a las doce de la mañana a partir de mañana lunes? ¿Nos tomas el pelo? ¿A las doce de la mañana? ¿En laSexta? ¿Quieres decir que para ver el único debate de la televisión privada en el que todavía aparece gente de derechas discutiendo con gente de izquierdas va a haber que interrumpir el trabajo, o la búsqueda de trabajo, o el estudio, o la gestión de la vida doméstica, o las compras, o lo que sea que la totalidad de la población está haciendo a las 12 A.M.?

Los científicos saben que existen ciclos de veinticuatro horas a lo largo de los cuales oscilan una gran cantidad de parámetros psíquicos y biológicos. Los llaman "ritmos circadianos". Se tiene más temperatura corporal al atardecer que al amanecer. El cortisol alcanza su nivel hormonal más alto a eso de las nueve de la mañana. Las condiciones que alteran estos ritmos -como el trabajo nocturno o el jet lag de los viajes en avión- pueden producir consecuencias indeseables para la salud. También en el mundo televisivo existen ritmos circadianos. La ingesta alimenticia de mitad del día predispone para la visión de telenovelas y culebrones. La hora de la cena es el momento de la jornada en donde se alcanza una mayor preferencia por los programas de humor. Y todos los especialistas saben que los debates políticos televisivos -los de verdad, ni los de Telemadrid ni los que ocupan media hora como complemento final de un programa matinal de variedades- han de programarse por la noche. Alterar estos ciclos en televisión puede provocar consecuencias muy peligrosas. "Después de desayunar, debates en la radio; después de cenar, debates en la televisión", dice un refrán que se remonta a la Edad Media.

Al rojo vivo se reveló el año pasado como un oasis en el que refugiarse ante la expansión epidémica de los manicomios tedeteros. Ahora habrá que verlo de doblete o proponer a los invitados como tema de debate el traje de novia de la duquesa de Alba. No son horas, Ferreras.