A finales de 2020, Jonás Trueba reunió a sus colaboradores habituales y les propuso hacer una película. En realidad, no sabía si sería una película, porque todos los supuestos habían saltado por los aires tras la pandemia. Todo el mundo estaba sumido en un estado de desconcierto total, de irrealidad y de extrañamiento y, precisamente, lo que pretendía el director era reflejar en tiempo real esa sensación tan abstracta. Ese fue el punto de partida de Tenéis que venir a verla, una película mínima, en cuanto a duración (60 minutos), pero no en lo que se refiere a contenido, ya que en ella pululan toda una serie de temas que nos han afectado en mayor o menor medida después del confinamiento, entre ellos, las relaciones, tanto de amistad como de pareja, o el replanteamiento vital.

“Quería capturar ese momento. Para mí la película nace de un estado de ánimo y de cómo enfrentarnos a él a través del cine como un acto de resistencia”, cuenta Trueba. Dice el director que esta es su película más vaciada. Cuatro actores (Itsaso Arana, Vito Sanz, Irene Escolar y Francesco Carril), dos espacios y un rodaje de ocho días dividido en dos estaciones diferentes. “Tenía la necesidad de hacerla así, muy sencilla, muy breve, muy minimalista y que no estuviera construida a partir de a prioris, sino que fuera fluyendo a través de nuestras propias experiencias”.

Dos parejas en un concierto

La película, estrenada en cines el pasado viernes, comienza con la reunión de dos parejas mientras escuchan en el Café Central un concierto a piano de Chano Domínguez, que interpreta una pieza compuesta durante la pandemia. Se llama Limbo. La cámara se acerca a las reacciones de cada uno de ellos mientras la escuchan. Después, los cuatro hablan de cómo han cambiado sus vidas en este tiempo sin verse. Unos tienen novedades, se han mudado a las afueras y esperan un bebé. Los otros siguen en el mismo punto que antes.

“No es una película autoconclusiva en nada, pero creo que en el fondo habla de cómo han cambiado las relaciones, las de pareja y las amistades”, cuenta Sanz, uno de los actores fetiche de Trueba. “Como les ocurre a los personajes, todos nos hemos tenido que replantear nuestros vínculos, nuestros afectos, nuestras prioridades”, continúa Escolar, que se une a la banda del director por primera vez. “En el fondo, se trata de reflejar un estado de extrañeza, en el que todos hemos estado un poco anestesiados”, completa Arana.

Los intérpretes reconocen que la película se hizo casi sobre la marcha, descubriendo poco a poco lo que estaban haciendo.

“Para mí fue muy ilusionante poder experimentar, jugar, poniéndome en un lugar completamente diferente al que estoy acostumbrada como actriz. Jonás nos daba algunas notas por la mañana y con eso trabajábamos. Te sitúa en un espacio de mucha fragilidad, pero al mismo tiempo te sientes muy acompañada, porque estás trabajando con emociones muy reales”, reconoce Escolar. Sanz y Carril creen que casi todas las películas de Jonás Trueba son hijas de su tiempo. “En Los ilusos se colaba la crisis económica, aquí la pandemia, y de alguna forma nuestro yo de ese momento está reflejado ahí”.

En el cuento de la liebre y la tortuga, la liebre corría muy rápido, pero Trueba prefiere ser la tortuga, va paso a paso, lento, pero constante, de manera que va desarrollando su carrera de una manera profundamente libre e intentando escapar a fórmulas y convencionalismos. “Ahora, prácticamente toda la producción audiovisual está cortada por el mismo patrón, desde las pelis de Marvel al cine de autor. Hay muy pocos directores que se atrevan a ser outsiders, por eso respeto tanto a Albert Serra o a Hong Sang-soo, porque demuestran que el cine puede ser de otra manera, porque lo cuestionan y lo ensanchan”.

Para el director, realizar esta película significó una especie de liberación después del trabajo titánico que supuso Quién lo impide, al que dedicó varios años de su vida. “Se convirtió en algo casi obsesivo, así que de repente hacer algo ligero y rápido era lo que me pedía el cuerpo”, confiesa.

No lo niega, el título es una invitación para que volvamos al cine. Trueba muestra su preocupación por el futuro del cine y las salas, también por la ley del audiovisual, que deja a las producciones independientes prácticamente desahuciadas. “Al Gobierno solo le interesa el dinero, España como plató internacional, las plataformas, pero no se dan cuenta de que está en juego mucho más, la integridad, la ética y la moral. Ya no se trata de una cuestión económica, sino ideológica, y es necesario que nos replanteemos si lo que queremos es solo dinero o libertad creativa”.