«‘El Centro’ desmitifica los servicios de inteligencia»
Movistar Plus+ se cuela en las entrañas del espionaje español con ‘El Centro’, un ‘thriller’ sobre agentes del CNI
marisa de dios
Juan Diego Botto (Buenos Aires, 1975) creció asistiendo, casi sin quererlo, a las clases de interpretación que daba su madre, Cristina Rota, en el salón de casa. Por eso nunca pensó en otra cosa que en ser en actor. El protagonista de películas como Historias del Kronen, La Celestina y Martin (Hache), también director teatral y de cine, encabeza ahora el reparto de El Centro, la serie de Movistar Plus+ que humaniza a los espías del CNI español.
Cuando se dice que El Centro trata sobre espionaje, uno se imagina a James Bond, pero no tiene nada que ver.
Justamente una de las cosas que más me atrajeron del proyecto fue alejarme de esa imagen del espía con traje y pajarita, entrando en un casino y tomándose un Martini. Aquí vemos a funcionarios que van a una oficina, comen en un comedor comunitario y desayunan churros en una lavandería. La serie desmitifica ese universo de los servicios de inteligencia y lo trae a nuestro país, con sus virtudes y defectos.
Los personajes son muy humanos. El suyo, por ejemplo, incluso se prepara sus tápers.
No hay nada más humano que llevarte un táper a la oficina. Mi personaje, Michelin, disfruta cocinando y cuidándose, y en eso encuentra un pequeño refugio. La serie está llena de esos detalles: de quedar con la jefa para salir a fumar, llevar churros a un compañero… pequeños gestos que construyen a los personajes.
Michelin da la sensación de estar cansado y a punto de explotar con la responsabilidad que conlleva su trabajo.
Sí, yo lo imaginaba como un hombre cansado antes incluso de empezar la historia, alguien que ya tiene ganas de jubilarse. Ha pagado el precio del desgaste que implica su trabajo, tanto profesional como personal. Lleva muchos secretos encima, su disco duro está casi lleno. Lo que pasa es que en el primer capítulo se produce la muerte de un compañero, él se siente muy implicado y tiene que seguir adelante. Es meticuloso y obsesivo, pero también un tipo al que te dan ganas de abrazar, porque está muy cerrado en sí mismo y nunca sabes exactamente si está contento o no.
Va de espías pero sobre todo gira en torno a la lealtad, porque hay un topo en el equipo.
Es fundamental, sobre todo en un grupo de personas que no puede contarle ni a su familia en qué trabajan. Sus compañeros son la única gente con la que pueden tener mínima intimidad, con lo que una traición interna es lo peor que puede ocurrir, más cuando implica la muerte de un compañero.
¿Tuvieron acceso a personal del CNI en la preparación?
Sí, nos recibieron y nos dejaron entrar en parte de la sede del CNI en Madrid. Nos contaron cómo trabajan, lo que pudieron o quisieron contarnos, y descubrimos hasta qué punto viven rodeados de secretos. Por ejemplo, si empiezan una nueva relación no le explican a esa pareja que son del CNI, y a los hijos no les dicen a qué se dedican hasta que son adultos. A veces ni sus amigos íntimos lo saben. Me impresionó mucho.
¿Qué más le sorprendió?
La normalidad. Si los ves por la calle, no pensarías jamás que son espías. Son como tu vecino del quinto.
La serie tiene tintes muy reales: los rusos como oponentes, las fake news…
Es una trama inventada, pero con tres o cuatro anclajes en la realidad que la hacen verosímil: la trama de los rusos, las fake news, las referencias a las megacárceles de Bukele… Son elementos que vinculan la ficción con el presente y la hacen creíble.
¿Le gusta el género de espionaje?
Mucho. No tanto la parte de acción, sino las historias de espías parecidas a las novelas de John le Carré, la complejidad de ir montando un puzzle, los secretos, las traiciones... El Centro va por ahí. No hay persecuciones ni explosiones, sino que se trata de ir siguiendo una trama hasta llegar a los malos.
También ha dirigido teatro y una película, En los márgenes. ¿Cree que la ficción debe tener compromiso social?
Creo que la ficción, en general, aporta una mirada sobre el mundo en el que vivimos y, aunque uno piense que no, todas tienen un posicionamiento determinado sobre la realidad que están describiendo. Todo producto artístico tiene una mirada política sobre el mundo en el que vivimos, aunque sea la comedia romántica más banal. Pero normalmente tendemos a llamar cine político a los que tienen una mirada crítica sobre esa realidad. ¿Todas deben tenerla? No lo sé, pero a mí me interesan las ficciones que la tienen.
¿Los actores deben tener compromiso político?
Que cada uno haga lo que considere. Pero sí creo que los ciudadanos debemos implicarnos en el mundo en el que vivimos, porque la sociedad que habitamos se construye entre todos. Hay momentos en los que quedarse al margen es una forma de tomar partido. Por ejemplo ahora, cuando estamos viviendo un genocidio, permanecer ajeno, de alguna manera, también es una manera de tomar partido.
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