Anoche emitía La 2 un 'Imprescindibles' dedicado en verdad a alguien imprescindible en la marca España, en el haber del talento y la emoción. Eso lo viví embobado el viernes por la tarde en el teatro Campoamor de Oviedo durante la entrega a Núria Espert del premio Princesa de Asturias de las Artes -ocho modalidades en total. Así, de la forma más natural, pasó de ser una mujer agradecida por el premio recibido ante su auditorio, y la audiencia en casa, a convertirse en la Doña Rosita de Federico, un Lorca que de nuevo, bisturí en mano, nos lleva al filo del amor, del paso del tiempo, de la más simple crueldad, de la decadencia y la tristeza. A veces el realizador de La 2, que emitió entera la ceremonia, pinchaba planos del rey Felipe y de la reina Letizia, tan perplejos y emocionados como, supongo, estaba usted si en ese momento miraba la tele.

Casi nunca había prestado atención a este tipo de ceremonias. Pero el viernes la vi, y si Núria Espert, sola, con su desgarro, con su forma de decir el texto de Lorca justificaba estar ante la pantalla, la presencia de otra premiada, la académica y divulgadora Mary Beard -Ciencias Sociales-, elevaba a cimas de placer poco frecuente poder disfrutar de mujeres cuyo talento aún está vivo. Núria Espert en el teatro de La Abadía, Madrid, con 'Incendios'. Y Mary Beard en la serie documental que emite los miércoles #0 sobre 'Cómo vivían los romanos', una serie puntillosa, divertida, narrada con la pasión de esta mujer desgarbada y sabia.

Sólo un nombre más, el de Hugh Herr -Investigación-, el hombre biónico, aunque más que el hombre máquina habría que decir una máquina de hombre. Los grandes parece que no lo son hasta que caes en tu propia pequeñez.