A veces, sobre todo en el caso de una serie, es mejor saber marcharse a tiempo. Elegir ese momento en que, una vez saciada la sed de tus seguidores y antes de que empieces a cansarles, retirarte y dar paso a otros títulos. Hierro nos ha dejado. El año pasado nos sorprendió con la grata noticia de que iba a contar con una segunda temporada. Pero, mientras nos daban la de cal por un lado, por el otro nos daban también la de arena al decirnos que esa nueva entrega iba a ser la última. Durante seis semanas han conseguido mantenernos en vilo frente al televisor, esperando al siguiente de sus seis episodios. El gallego noir llevado a las costas canarias. Sus creadores, los hermanos Pepe y Jorge Coira, han sabido aplicar la máxima de lo bueno, si breve dos veces bueno. Anatomía de Grey , con 17 temporadas a sus espaldas, ya empieza a pensárselo. Puede que hubiera sido absurdo tratar de buscar otro caso más para la jueza Montes (Candela Peña), pero lo cierto es que la echaremos de menos. En un año en el que las series españolas han dejado huella, con historias tan potentes como Antidisturbios y Patria, Hierro supo abrirse hueco y ha sido capaz de codearse con ellas y demostrar que no tiene nada que envidiarlas. Cuando se ha cumplido el décimo aniversario de Crematorio, Hierro viene a recordarnos el compromiso de la plataforma por las series de calidad y demostrar que en España pueden hacerse series tan buenas como las de HBO.

Tres eran los ingredientes en los que ha residido la clave de su éxito: la interpretación de Candela Peña, los fascinantes paisajes volcánicos de la isla donde está rodada y una apuesta por el thriller clásico, que toma en serio al espectador que quiere disfrutar de que le cuenten una buena historia. La mezcla de estos tres elementos la ayudan a crear un microcosmos singular, un universo de ficción fascinante de explorar. La isla del Hierro se convierte en otro personaje más de la serie y que le da tanta personalidad como el de Candela Peña. La belleza de sus paisajes, le ayudan a dar un imagen de rincón alejado del mundo, lejos de la masificación de las islas vecinas. Eso sí, seguro que le va a dar todo un empujón para una futura explotación turística de esta tierra, al que habrá que estar atentos, una vez que hayamos recuperado la normalidad. La propia pandemia salpicó el rodaje de la segunda temporada, obligando a parar los trabajos cuando llegó el confinamiento el año pasado La filmación se retomó en medio de grandes medidas de seguridad que han permitido que del virus no haya ni rastro en los nuevos episodios a pesar de las condiciones en las que se rodaron.

Candela Peña encarna a una juez recién llegada a la isla y que es la protagonista absoluta de la serie. Con permiso de Darío Grandetti, que también hace un gran papel, pero es que Candela es mucha Candela. Cuando tira de toga y pone a todos en su sitio está entre los mejores momentos. Desde los abogados, a los guardias y a los propios acusados. Hasta consigue doblegar a un sicario que le apuntaba con una pistola en la cabeza, perdón si es un spoiler. Su apariencia de dama de hierro contrasta con los momentos en que vemos su versión más frágil, en su faceta familiar. Su gran debilidad es su hijo con parálisis cerebral y por quien es capaz de darlo todo. La firmeza de sus convicciones puede ser posiblemente uno de los motivos por los que ha acabado destinada en un lugar que parece apartado del mundo. El Hierro tiene sus propias reglas y, a veces, no mira con buena cara a los extraños. La irrupción de la jueza Montes en la isla parece la de un elefante en una cacharrería, porque ella tiene su modo de hacer las cosas, mientras que allí rigen sus propias reglas. Qué lejanos en el tiempo parecen esos momentos en los que la juez se puso en contra a todos sus vecinos por la decisión de dejar a la isla sin la procesión de la Bajada de la Virgen. Hace año y medio esas cosas parecían impensables, pero la pandemia las ha hecho posibles. A pesar de los desencuentros. a lo largo de estas dos temporadas, la jueza ha sabido ganarse el respeto de los lugareños que la miraban con recelo.

El actor argentino Darío Grandetti encarna a Díaz, un oscuro empresario con vínculos con el mundo del narcotráfico y que siempre acaba salpicado por cualquier cosa turbia que ocurra en la isla, aunque no tenga nada que ver con ella. "Díaz nació involucrado", dice la jueza Montes sobre él en uno de los episodios. Por mucho que se tuerzan las cosas, parece haber desarrollado una extraña habilidad para caer de pie. Podría parecer que su riqueza le ha colocado en una de esas posiciones de privilegio que le harían ser una especie de cacique de la isla, pero no es así. Con el paso de los episodios vemos que le rodea el halo del perdedor. Díaz es uno de esos delincuentes con un particular código de honor, que le aleja de esa imagen de narcos sanguinarios que hemos visto en otras series de televisión como Narcos o Breaking Bad. Díaz y Montes estaban llamados a ser los grandes antagonistas del relato, pero de alguna manera se convierten en extraños aliados en la persecución del asesino. Las circunstancias han puesto a cada uno a un lado opuesto de la ley, pero entre ambos hay espacio para la admiración y el respeto mutuo.

La segunda temporada ha sabido continuar bien con las tramas y cabos sueltos que dejó abiertos la primera. No ha sido una continuación forzada, ni ha dejado la sensación de que se pretendiera estirar el chicle de manera artificial. De fondo, tenemos una trama secundaria sobre un conflicto por la custodia de dos niñas, que se va complicando y haciendo más grande hasta ocupar el epicentro del argumento. De nuevo nos enfrentamos a otro asesinato misterioso, en el que el culpable resulta ser la persona más inesperada. Y de pronto, una vez resuelto el caso, nos encontramos con que hemos llegado al final. Nos toca despedirnos de la isla y sus personajes, con la duda de si algún día sus creadores encontrarán una nueva idea que permita volver a reunir al equipo de nuevo y enfrentar a la jueza Montes con un nuevo caso. En el que seguro que Díaz está también involucrado.