Netflix anda estas semanas atrapada en su particular descenso a los abismos, a cuenta de la caída de suscriptores y su posterior desplome en Bolsa. Todo parece habérsele puesto cuesta abajo. La plataforma anda enredada en busca del abonado perdido y a la espera de repetir el pelotazo de 'El juego del calamar', mientras continúa con su ritmo de estrenos en el que parece estar despreciando otros títulos de la casa etiquetados como menores. Aunque lo pequeño también suma. Es el caso de 'Muñeca Rusa', cuya segunda temporada llegó hace unas semanas. Su desembarco en el catálogo no ha venido acompañada de la habitual fanfarria mediática a la que nos tiene acostumbrados. Puede que no sea un título especialmente dirigido a públicos de masas, pero no puede negarse que es una serie que reúne las esencias de aquellos primeros títulos de Netflix y que la auparon hacia donde está: el rostro de una de las primeras estrellas de la casa y la nostalgia ochentera.

Natasha Lyonne es su protagonista, así como directora y guionista de varios de sus episodios. Ella interpretaba a uno de los personajes más divertidos de 'Orange is the new black', que fue una de las primeras series de la plataforma. Fue precisamente este éxito el que le permitió dar el salto al otro de la cámara y empezar a contar sus propias historias, acompañada de Leslye Headland y de Amy Poehler, las otras creadoras de 'Muñeca rusa'. La rebeldía de la Nicky Nichols de la penitenciaría de Litchfield permanece en su personaje de Nadia Vulvokov. A cada entrega, a Nadia le toca pasar por el desagradable trago de descubrir frente al espejo del baño que ha vuelto a meterse en algún que otro desequilibrio cósmico a causa de viejos traumas no resueltos. Su rizada melena roja, su cigarrillo en los labios, sus gafas de sol y sus barrocas chaquetas de color negro, acompañadas de sus comentarios sarcásticos hacia las situaciones más delirantes que se le pongan por delante, se han convertido en el sello de identidad de la serie de Netflix. En cuanto a sus compañeras de viaje, solo citar que Leslye Headland tiene encomendada la labor de poner en marcha de una de las series de televisión más singulares de la franquicia Star Wars, titulada 'The Accolyte' centrada en el surgimiento de el lado oscuro de la Fuerza. Casi nada.

La primera temporada de 'Muñeca rusa' nos remitía a la película 'Atrapado en el tiempo', donde el protagonista se veía obligado a revivir el mismo día una y otra vez. El cumpleaños de Nadia parece ser la fecha clave para quedar atrapada en estos accidentes cuánticos. Para esta segunda temporada no tenemos un bucle que se repite una y otra vez, sino viajes en el tiempo. Sabida la preferencia de la plataforma por los blocksbusters de los 80, sería fácil pensar que estamos ante un nuevo 'Regreso al futuro' y que Nadia vaya a emular a Marty McFly (Michael J. Fox). Pero lo cierto es que esta segunda temporada tiene más en común con otro clásico de esa década: 'Peggy Sue se casó'. En la película de Francis Ford Coppola, Peggy Sue (Kathleen Turner) volvía a los años de su juventud y era de nuevo adolescente. Con los recuerdos de su yo adulto, aprovechaba para intentar corregir todos los errores que cometió a lo largo de su vida. Como Peggy Sue, en 'Muñeca rusa' hay viajes en el tiempo pero no estamos en un título de ciencia ficción; mientras que los momentos de comedia se alternan con otros más dramáticos. En 'Muñeca rusa' no hay grandes explicaciones pseudocientíficas de por qué pasa lo que pasa. Es psicodelia en estado puro. En este caso, podría decirse que Peggy Sue va fumada.

Cuando Nadia viaja al pasado, no se convierte en una versión más joven de sí misma, sino que ocupa el cuerpo de su madre mientras estaba embarazada de ella. Esta segunda parte es una oportunidad para dar más presencia al personaje interpretado por Chloë Sevigni y que había quedado muy desaprovechado en la primera temporada. Un vagón de metro es la inusual máquina del tiempo que transporta a Nadia al pasado (anda mira, casi como en la tercera parte de 'Regreso al futuro'). Como Peggy Sue, también ella tratará de arreglar todas las cosas que rompieron las vidas de su familia, para finalmente descubrir que estos viajes no sirven para cambiar nada, sino solo para reconciliarse con su pasado, aceptar lo que pasó y por qué. Por el camino, nos encontraremos con viajes a otras décadas y las historias de otros de los personajes principales. Hasta llegar a momentos de lo más delirantes dignos de un episodio de Star Trek. Aquí vienen unos cuantos spoilers, pero hay escenas en las que pensamos que su protagonista decididamente sí que está bajo los efectos de ese porro de cocaína iraní. Como cuando vemos a Nadia dándose a luz a sí misma o cogiendo a su versión bebé del pasado para alejarlo de las zarpas de su madre, giro que causa que se rompa el tiempo. O cuando descubre el depósito de cadáveres donde se almacenan todos los cuerpos de las veces que falleció mientras estaba atrapada en el bucle temporal de la primera temporada.

A través de los viajes al pasado, Nadia descubre su propia versión del multiverso. Aunque muy alejada de la épica de Marvel o de DC. Una mitología formada por pequeños acontecimientos que han marcado su vida y la de quienes la rodean. La historia de su familia y cómo podría haber sido. Por cierto, que la misma semana en que el multiverso de Marvel repunta con fuerza con el estreno de la segunda parte del Doctor Extraño, DC parece estar finiquitando el suyo con la cancelación de 'Legends of Tomorrow'.

A estas alturas no sabemos si tendremos o no tercera temporada de 'Muñeca rusa', porque las cancelaciones se siguen sucediendo y seguro que no ha estado en ningún top ten. Uno de los mayores temores es que haya explotado la burbuja de las plataformas y esto acabe poniendo fin a estos títulos pequeños y con vocación de autor. En unas semanas (el 27 de mayo), tendremos el estreno de la temporada final de 'Stranger Things', que tendrá que batirse en duelo con la llegada de Obi Wan Kenobi a Disney Plus. Una batalla de gigantes que amenaza con aplastar a los pequeños, como víctimas colaterales del conflicto. No importe que millones de personas vayan a verlas. Quien tenga un millón menos, pierde.