Westworld acaba de completar en HBO su temporada más apocalíptica, a falta de que se confirme si habrá una quinta entrega en la que se puedan cerrar todos los cabos sueltos. En circunstancias normales, no habría ninguna duda de que la tendremos. Pero dada la inestabilidad al frente de la Warner, empresa propietaria de HBO, no sería de extrañar de que fuera alguna de las piezas a sacrificar en el plan de recorte de gastos en el que se ha metido la plataforma. Cancelaciones inesperadas, series de producción propia que desaparecen del catálogo, a lo que se añade la reciente ruptura entre HBO y J. J. Abrams, de cuya productora salió Westworld. Ingredientes que abren un futuro plagado de incertidumbres.

Por lo pronto, HBO canceló la serie que proyectaba Abrams para la plataforma (Demimonde) porque tenía un presupuesto que se les iba por encima de los 200 millones de dólares, una cifra incluso superior al de la precuela de Juego de Tronos (La Casa del Dragón) que se estrenará este lunes. Paradójicamente, cuando en 2016 se estrenó la primera temporada de Westworld muchos la recibieron como la serie llamada a ser la sucesora de Juego de Tronos. Años después, HBO ha preferido que la saga creada por George R. R. Martin siga viva con nuevos spin offs y títulos ambientados en ese universo. Nada de sustitutos.

Por tanto, el hecho de que nos quedemos sin la quinta y última temporada de Westworld queda dentro de lo posible. Afortunadamente, Jonathan Nolan y Lisa Joy han podido cerrar buena parte de las tramas de la serie en esta cuarta entrega, a falta de que los altos ejecutivos les den luz verde para colocar la guinda a este pastel que han venido cocinando a lo largo de estos seis años. Y sería una lástima que no les dejaran, porque es sin duda una de las series más sólidas sobre robots e inteligencia artificial que tiene la televisión actual.

La serie empezó como un remake de la película Almas de Metal rodada por el novelista Michael Crichton en los años 70 pero acabó yendo mucho más allá. El filme era una especie de Parque Jurásico, donde en vez de dinosaurios, teníamos robots en un parque de atracciones que se rebelaban contra los turistas. La serie creada por Nolan y Joy para HBO se adentraba en otros de sus temas fetiche: la robótica y la inteligencia artificial y que ya trataron en Person of interest. En Westworld, las espectaculares secuencias de acción se alternaban con otros momentos más sesudos. Cada vez se me hace más evidente que necesito volver a ver la serie para refrescarme determinados conceptos y personajes. Y estoy convencido de que debe ganar a cada visionado. La serie se ha convertido en algo más próximo a Black Mirror que a los dinosaurios de Spielberg. Ni qué decir tiene que a partir de ahora vienen muchos spoilers sobre cuál ha sido la evolución del argumento a lo largo de sus cuatro temporadas.

Desde los primeros episodios, vimos que los turistas disfrutaban haciendo todo tipo de perrerías a los robots. El parque era un lugar donde dar rienda suelta a sus instintos más salvajes, a sabiendas de que lo que hacían no tenía consecuencias porque nada era real. Sin embargo, la paciencia de las máquinas llegó a su límite y estallaron. Las máquinas se rebelaron y empezaron a acabar, no solo con los sádicos visitantes de Westworld, sino que el escenario se amplió a toda la humanidad. En la tercera temporada, el conflicto entre la humanidad y las máquinas estaba servido. Algunos robots habían conseguido escapar de las instalaciones del parque y trasladaron el conflicto al mundo real. Ni todos los humanos eran sádicos salvajes, ni todos los robots implacables eran Terminators. Había quienes abogaban por la convivencia pacífica entre las máquinas y la humanidad.

En esta cuarta temporada hemos visto finalmente un mundo controlado por las máquinas. De Parque Jurásico hemos pasado a Matrix. Un mundo apocalíptico donde son las máquinas quienes tienen subyugada a la humanidad, privándoles de cualquier atisbo de libertad y arrebatándoles el libre albedrío, y sin capacidad de distinguir la realidad de la ficción. Los algoritmos tienen sentenciado el futuro de las personas, mientras que unos aterradores sonidos y tonos que parecen salidos de la nave de Encuentros en la Tercera Fase son capaces de controlar multitudes y hacer que se destruyan entre sí. En esta distopía tecnológica, tenemos una particular visión del cielo. Lo sublime es una especie de limbo virtual, la nube que almacena en sus entrañas los millones de terrabytes de las distintas inteligencias artificiales. Una especie de metaverso que es clave en el conflicto entre la resistencia y la inteligencia artificial que controla la malvada corporación Delos. Incluso en esta cuarta temporada, hemos pasado a conocer un nuevo parque, ambientado en los locos años 20 del siglo pasado, cuando pensábamos que eso de los parques habían quedado atrás en la serie.

Como si estuviéramos dentro de un videojuego, distintos personajes han ido explorando todas las opciones existentes para salir de una determinada situación, como hemos visto con los personajes de Bernard (Jeffrey Wright) y de Caleb (Aaron James). Si les veíamos morir, no pasaba nada. Era otra simulación y continuaban la partida con una nueva vida. Al final Bernard ve la solución: un sacrificio final para destruir todo y que el mundo se reinicie. La clave para este reinicio ha sido el personaje de Dolores (Evan Rachel Wood) que ha resultado ser un equivalente al Neo (Keanu Reeves) de Matrix. Una Dolores más humana, pese a haber sido una de las cabezas visibles de la rebelión. En esta cuarta temporada, aparece cómo un personaje totalmente nuevo, llamado Cristina, sin saber cuál es su conexión con la otra Dolores y sin ningún recuerdo de ella. Por cierto, mientras que aquella era rubia, Cristina es morena.

Paradójicamente, por el otro lado, William (Richard Harris), el hombre de negro que encarnaba todos los males de la humanidad se ha acabado erigiendo como uno de los grandes villanos de la serie, pero convertido en una fría máquina que mata sin ninguna contemplación. Hemos visto muchas muertes que nos han dolido en este episodio final y no sabemos cuántas de ellas serán reales.

El final de la temporada de Westworld nos ha hecho retroceder hasta el inicio de la serie. En el primer episodio, sus personajes aparecían encerrados en un bucle, al modo de un Día de la Marmota, que se repetía continuamente. En este reinicio que nos ha dejado el episodio final retrocedemos al momento de ese bucle. En teoría, la nueva temporada nos contaría qué hay de nuevo en este mundo recién creado y sus diferencias con el anterior. A Dolores todavía le quedan cosas por decir. ¿Habrán conseguido los protagonistas crear ese mundo ideal de convivencia pacífica entre humanos y máquinas? El tiempo nos dirá si es una historia que nos contarán algún día o será simplemente una fantasía destinada a vivir en el metaverso.