Había que frotarse los ojos. No era una ilusión óptica. Tampoco estaban cambiados los números ni era un error de cronometraje. Los récords del mundo de Sarah Sjostrom, Adam Peaty y Katie Ledecky eran estratosféricos, como de otra planeta fue la posta de Michael Phelps en el relevo de 4x100 libres que puso en bandeja el triunfo de Estados Unidos. Era la medalla olímpica número 23 del de Baltimore, la 19 de oro. El más grande que sigue dando bocados a la historia a un ritmo insaciable y que deja un inmejorable sabor para sus tres pruebas individuales. Fue lo que dio de sí una segunda jornada de natación en Río marcada también por los abucheos a los nadadores rusos, en especial a la bracista Yuliya Efimova, que se postuló al oro en los 100 braza con permiso de las americanas; y por el adiós de Yannick Agnel. El francés, que alcanzó la gloria en Londres al proclamarse campeón olímpico en 200 libres, cedió su trono antes de tiempo, ya que ni siquiera logró superar las eliminatorias. Cabizbajo, anunció su retirada. Tiene 24 años.

La piscina es así de ingrata. Quien lo ha sido todo hace cuatro años es borrado del mapa en un ciclo olímpico si no ha hecho su trabajo o si surgen por el camino otros jóvenes talentos. Sin miramientos. Salvo que seas Michael Phelps. Por eso lo que hace el estadounidense se queda sin calificativos. Han pasado dieciséis años desde que debutó en unos Juegos y batió su primer récord del mundo, doce de su primera medalla en Atenas y ha ido dejando atrás rivales, enfrentándose a nuevos y adaptándose a todas las situaciones. Solo él se mantiene. De hecho, puede convertirse en el primer campeón mayor de 30 años. De los medallistas en Atenas 2004, por ejemplo, solo sus compatriotas Anthony Ervin, que disputó las eliminatorias del relevo, y Dana Vollmer, bronce en 100 mariposa, siguen en lo más alto; lista privilegiada a la que se pueden unir el húngaro Laszlo Cseh y la italiana Federica Pellegrini.

La Bala de Baltimore se tiró en la segunda posta del relevo. Su inclusión era un secreto a voces. Era un lujo al que no se podía permitir renunciar el equipo estadounidense. Tomó la alternativa en segunda posición y la devolvió con casi un segundo de ventaja, intimidando hasta el extremo a otro especialista como el francés Fabien Gilot, al que le pudo la presión del mano a mano con Phelps. A partir de ese momento la final se decantó de lado estadounidense. Ni galos ni australianos pudieron reducir la distancia. Con 47.12 no fue el mejor de los 32 nadadores de la final. Pero casi. Solo le superaron su compatriota Nathan Adrian (46.97), el aussie Cameron McEvoy (47.00) y el francés Jeremy Stravius (47.11). Un registro el de Phelps que augura espectáculo para los 200 mariposa de hoy y que abre las puertas a su inclusión en los otros dos relevos.

El 4x100 fue la guinda a una jornada con otros tres protagonistas. Porque Sarah Sjostrom, Adam Peaty y Katie Ledecky eran tan favoritos que la única incógnita era saber hasta dónde podían llegar en su carrera contra el crono. En el caso de la estadounidense, iba en cabeza desde la primera brazada. Metió pies cuando quiso aumentar de marcha y con un ritmo devastador rompió la final. En las eliminatorias había salido con mala cara porque se le escapó la plusmarca mundial en los últimos 50 metros. Se quitó la espina a lo grande, con una rebaja de dos segundos (3.56.46). Una auténtica barbaridad para este pez de solo 19 años. Cualquier nadador masculino firmaría sin pensar hacer ese registro. En la historia, solo ella y la italiana Federica Pellegrini nadaron por debajo de los cuatro minutos. La estadounidense se fue dos pasos más allá.

Si dos segundos es un mundo en una prueba de 400, ocho décimas en una de 100 es una galaxia. Fue la mejora de Adam Peaty desde su llegada a Río. Cuatro décimas primero en las eliminatorias y otras cuatro ayer en la final en una carrera perfecta. Hace quince años que el ruso Roman Sloudinov se convirtió en el primer hombre en romper la barrera del minuto en 100 braza. Los registros se movieron durante una década en torno a los 59 segundos, con el japonés Kosuke Kitajima como el abanderado de los 58 segundos en 2008. Pero la revolución llegó con el británico, que en solo dos años ha puesto la aguja ya cerca del 56, con los 57.13 que le valieron para ganar su primera medalla olímpica a los 21 años. Todavía con cara de niño y cuerpo cuadrado, lo peor de Peaty es que no le volveremos a ver más en Río. Con el 100 se acabó el espectáculo.

La que se volverá a tirar a la piscina será Sarah Sjostrom. Y con el refuerzo de su oro en 100 mariposa con récord del mundo incluido. La sueca, que lo ha ganado todo, se enfrentaba al reto de conseguir su primera medalla olímpica después de que la inexperiencia le jugase una mala pasada hace cuatro años en Londres. Es la mejor y lo sabe. Contra todo pronóstico, salió disparada en los 50 primeros metros, ya que suele ser más conservadora con un espectacular último largo en el que se pone un cuerpo por delante de sus rivales. Estaba convencida de ir a por su objetivo y lo logró con 55.48, nuevo récord del mundo. Se avecina un duelo de reinas en el 200 libres, el esperado mano a mano de Sjostrom y Ledecky con Federica Pellegrini de por medio. En el relevo del sábado, la sueca fue más rápida, pero la estadounidense tiene más resistencia y mejor final.

Para los españoles, la eliminación de Mireia Belmonte y Melanie Costa antes de tiempo en los 400 libres, la jornada deparó las semifinales de Jessica Vall y Duane da Rocha en 100 braza y 100 espalda respectivamente. Ambas son especialistas en 200 metros y se tomaban el hectómetro como un test, una forma para medir su estado, coger sensaciones y salir reforzadas. Ninguna estuvo en sus mejores marcas, pero ya han roto el hielo para intentar hacer algo más grande. Vall, vigente bronce mundial, busca la final y luchar por todo en ella en el 200. Duane, campeona europea en 2014, tiene como objetivo estar entre las ocho mejores también en el doble hectómetro. Algo similar le sucede al benjamín Hugo González de Oliveira, que pese a no alcanzar las semifinales en 100 espalda, batió su mejor marca personal, un gran augurio para sus 200 metros.

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