Opinión | en el viii centenario de a coruña
José Barros Guede
Emilia Pardo Bazán, una singular coruñesa (cap. XXIX)
En 1915, con motivo del centenario de la publicación del Quijote, Emilia organiza en el Ateneo de Madrid una serie de conferencias. Como presidenta de la sección de la literatura de dicha institución, pronuncia dos discursos en los que manifiesta que el Quijote es una obra universal y patrimonio de toda la humanidad, como lo es la Divina Comedia de Dante o el Amadís de Gaula, considerando a Cervantes como una alma humana, que sujetada a la materia y amarrada a la tierra, aspira al ideal del Quijote.
Emilia, escritora polifacética, imitando a Jerónimo Feijoo, a quien llama el cronista de su época, hace crónicas sobre La vida contemporánea en la revista Ilustración Artística de Barcelona, desde finales del siglo XIX hasta 1916; y hace Crónicas de España en el periódico La Nación de Buenos Aires, desde 1909 a mayo de 1921. Sus crónicas de esta etapa suelen ser sujetivas versando sobre el fallecimiento de figuras literarias, aparición de nuevas obras y celebración de centenarios de autores y de obras importantes.
Elogia al padre Coloma por sus novelas, Jeromín, en 1907, y Boy, en 1910. A Azorín, por sus obras Lecturas españolas y Castilla, al describir la región castellana y aragonesa como "lo más recio, forjado y martillado de nuestra nacionalidad, produciendo caballeros que apoyan el rostro en la palma de la mano y ensueñan en el balcón, velados los ojos por la tristeza". A Ramón Pérez de Ayala por resucitar en su novela troteras y danzaderas. Al Arcipreste de Hita por generar España a mozas de partido y damas del honor averiado. A Mariano de Cavia por su preocupación lingüística. A los escritores franceses Anatole France, Gerard de Nerval y Remy de Goumont por su ternura literaria manifestando que este último padecía del estómago cuya enfermedad produce melancolía.
Refiere en varias crónicas los actos conmemorativos del III Centenario de Cervantes, en 1905, indicando en una de ella la falta de improvisación y de medios económicos. Promueve el proyecto de un monumento a la lengua castellana, en 1915, en el cual aparecería Cervantes en el centro rodeado de Larra, Zorrilla, Alarcón y Valera.
Emilia muestra unos conocimientos especiales y sensibles en sus crónicas sobre el arte, sobre todo en la pintura, provenientes, tal vez, de la sensibilidad de su madre y de su relación con el profesor de Bellas Artes Facundo Riaño, con Cossío, enamorado de Toledo y del Greco, y con su amigo Benito Pérez Galdós, extraordinario novelista, pero sobre todo por su trato familiar con Joaquín Vaamonde y por sus visitas a las diversas exposiciones internacionales de arte.
En sus crónicas siente preferencia entre los pintores extranjeros por Rembradt y Van Eyck, y entre los españoles por el Greco, y sobre todo por Goya por saber imprimir vida a sus personajes, escribiendo numerosas crónicas sobre él. En concreto, considera a Goya como el mejor retratista pictórico, a Vicente López en segundo lugar y a Federico Madrazo en tercero. Admira la pintura de Velázquez y de Leonardo da Vinci; y entre los nuevos pintores destaca a Romero de Torres y a Álvarez de Sotomayor por su cuadro Los Paisanos gallegos.
En sus crónicas sobre la música manifiesta que le gusta, lo que no le gusta es la música de la mayoría de los conciertos, que son "fríos, lánguidos o poco o nada inspirados". Prefiere la música de Beethoven, Schumann y Mendelsohn, la religiosa y la popular. Le agrada la ópera más que la sinfónica decantándose por la de Wagner por su vibrante música. Sobre la de Strauss, dice que es difícil de entender.
En sus crónicas lingüísticas, en 1914, trata los fallos del Diccionario de la Academia Española, cuyos personajes numerarios le habían vuelto negar su entrada por ser mujer, diciendo: "Con el Diccionario español que hoy rige, la pérdida del habla sería definitiva, pues apenas se encuentra en él palabra alguna de las que ocurre buscar".
En sus crónicas históricas refiere la vida de Jaime el Conquistador con motivo de su centenario, la historia de la conquista y colonización de América a través de sus personajes importantes, Cristóbal Colón y Hernán Cortes, reseña los libros de Gabriel Maura Gamazo Rincones de la historia y Carlos II y su corte, resalta la crítica histórica literaria que hace Menéndez Pidal, y la necesidad de crear bibliotecas oficiales públicas para promocionar la lectura en cada pueblo y una en cada barrio de Madrid, ya que solo hay una, la Biblioteca Nacional.
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