Opinión | al trasluz
Fernando González Macías
Una participación decisiva
Se confirman los temores de que Emilio Pérez Touriño se está aficionando en demasía a los mensajes institucionales. Ya hasta la simple firma del decreto de disolución del Parlamento y de convocatoria de elecciones le sirve como justificación para endilgar a los gallegos una nueva alocución radiotelevisada, la tercera en pocas semanas, esta vez para hacernos ver -como si hiciera falta- lo mucho que nos jugamos el uno de marzo.
El presidente hace un claro llamamiento a la participación masiva de los ciudadanos ante una llamada a las urnas en la que se decidirá no otra cosa que la continuidad del bipartito PSOE-Bloque por otros cuatro años o la vuelta al poder autonómico de un Partido Popular que se dice renovado, en el que de Fraga queda ya poco más que el recuerdo. Muchas cosas que de verdad nos afectan en la vida diaria, vino a decir Don Emilio, se deciden ese día según el sentido de nuestro voto.
De aquí a la jornada electoral escucharemos reiteradas apelaciones de ese tipo al sentido de la responsabilidad de todos y cada uno de los que tenemos derecho a votar, para que no caigamos en la tentación de quedarnos en casa y con ello dejemos que sean otros los que decidan nuestro futuro por nosotros. Es una advertencia casi tópica, se repite con mayor o menor insistencia en las vísperas de todas las citas electorales. Sin embargo, en esta ocasión tiene una especial razón de ser, dado el temor que socialistas y nacionalistas tienen a la desmovilización de determinados sectores progresistas, cuyo compromiso activo por el cambio fue clave, en 2005, para poner fin a más de quince años de hegemonía conservadora. Los desencantados por la coalición no parece que sean muchos miles. De ellos, bastantes -aunque sea tapándose la nariz- volverán a dar su voto a alguna de las dos partes contratantes, pero no harán proselitismo para no exponerse a los reproches de quienes están tan o más decepcionados, porque esperaban una transformación más profunda de la vida pública, esto es, nuevas formas y maneras de gobernar, que no se han visualizado. El problema radica en aquellos que van a castigar los incumplimiento del bipartito quedándose en casa, en una actitud de abstención comprometida, o votando en blanco. En ese mismo saco caerán las papeletas de los que quieren un cambio del sistema que de verdad devuelva la soberanía a los ciudadanos y rechazan que los partidos nos pidan nuestro voto para hacer luego de su capa un sayo, interpretando nuestra voluntad como más les conviene a ellos, a los aparatos y a los mal llamados funcionarios de la política.
Si no fuera por la factura de la crisis económica, que ha cambiado por completo el escenario electoral en pocos meses, el PSOE gallego no tendría que estar ahora tan preocupado por unos miles de votos movedizos. Ni habría de rezar para que, su aliado y sin embargo rival, el Benegá, suba en escaños. Salvo que todas las encuestas serias se equivoquen, y mal que le pese al frente mediático, que los coaligados conserven el poder depende, sobre todo, del tirón de los nacionalistas. Qué cosas.
fernandomacias@terra.es
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