Opinión | al trasluz

Fernando González Macías

El Bloque, casa común del galleguismo desideologizado

Desde que arrancó la precampaña, con la confirmación definitiva de la fecha electoral, ya son varias las ocasiones en las que Anxo Quintana ha hecho requiebros a sectores no nacionalistas, incluso castellanohablantes, para que apoyen en las urnas al Benegá como la mejor opción en la defensa de los intereses de Galicia, aquí y en Madrid. Es una clara apelación al sentido práctico de aquéllos a quienes las ideas políticas les importante mucho menos que la capacidad que un partido pueda tener a la hora de conseguir para los gallegos lo que otros ya tienen, precisamente gracias a estar mayoritariamente representados por opciones que antes de nada defienden lo suyo.

Más de un analista interpreta esa actitud de Quin como otro paso más en la estrategia encaminada a pescar en el caladero del centro galleguista, en el que también tienen echadas las redes el Partido Popular y hasta el PSOE, además de otras fuerzas creadas ex professo para resucitar el espíritu de aquella Coalición Galega que dio la campanada hace casi veinticinco años. Existe la extendida convicción de ese territorio sociopolítico está ampliamente habitado por gentes que no ven clara su adscripción ideológica, ni les importa, que incluso repudian la militancia por lo que comporta de atadura y no tienen problema en votar hoy una opción y mañana otra. Lo ven como algo natural.

Quintana cree, y así se lo dice a sus allegados, que una vez traídos a su orilla con el señuelo del voto útil, será cosa de ganárselos definitivamente para la causa, haciéndoles ver la cara amable de una organización cada día menos dogmática, donde caben posiciones muy diversas y que goza, a pesar de los pesares, de un grado de participación y democracia interna que en otros ya no se estilan. El único problema es que los tibios recién llegados puedan asustarse en presencia de los talibanes que aún quedan en el aparato bloqueiro y salir corriendo. Pero ese riesgo cada vez es menor, dado que los radicales, ya muy pocos, de un tiempo a esta parte casi ni muerden, conscientes como son de que pasó su hora.

En el fondo este planteamiento tiene muy poco de original. Es apenas una variante de la teoría de la Casa Común, pero aplicada al galleguismo en el sentido más amplio. El nuevo Bloque, cada vez más maduro, más moderado y más sensato, una vez incorporado sin reparos a las instituciones, tiene vocación de acoger en su seno a todos aquellos que alberguen un mínimo sentimiento de galleguidad, por muy tenue que sea, y que conciban una España diversa, que no coarte a cada una de sus partes la posibilidad de ser ellas mismas.

A ver. No es que el quintanismo se haya propuesto centrar al Benegá. Se trata tan sólo de ensanchar el campo por uno de los extremos de su espectro, el diestro, el único por el que todavía puede crecer. A su izquierda apenas queda nada que merezca la pena repescar. Es un ámbito al que han ido a refugiarse pequeñas facciones independentistas y grupúsculos antisistema, que en gran medida alimentan su marginalidad con descalificaciones al propio Bloque que, paradójicamente, no puede menos que agradecerlas por cuanto asientan su imagen de fuerza tranquila y responsable, que no tiene ninguna revolución pendiente, sino vocación de gobernar para hacer país.

fernandomacias@terra.es

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