Opinión
José Antonio Portero Molina José Antonio Portero Molina es catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de A Coruña
¿Debates o buenas entrevistas?
.l electorado tiene derecho a una buena información sobre lo que harán los candidatos si gobiernan, y eso, mejor, a mi juicio, con unas buenas entrevistas que con un debate. Ya ha habido muchos y ásperos en el parlamento, disminuidos y previsibles en TVG y espontáneos y desordenados en la calle. Los tres candidatos se han descalificado más de lo aceptable. De nada servirá que lo reproduzcan en los debates. Queremos saber lo que se proponen hacer. Ellos, no Aznar, Fraga, Obama o Zapatero. En Galicia, no en Madrid o Cataluña. Y mirando al futuro, no a los noventa. O al 36.
Los debates en campaña sirven, entre nosotros, de poco. Ni informan, ni descubren sobre los candidatos algo que ya no sepamos. Hace tiempo que los debates sólo sirven para comentar al día siguiente quién ganó, a los puntos o por KO, quién compuso la figura más elegante, quién tuvo más chispa o de quién fue el mejor regate en corto. En el debate gana la apariencia no la ciencia, y son los medios los que deciden la victoria. El de Solbes y Pizarro ilustra lo que digo.
Un debate entre Touriño y Feijóo garantiza la repetición de la bronca que nos han servido en el Parlamento y que, al parecer, ofrecerán en directo a los votantes de Pontevedra. Un debate estéril. Además, ¿por qué excluir al actual vicepresidente, si sus posiciones van a resultar decisivas en el bipartito si repiten? Un debate a tres se convertiría en un dos contra uno también archiconocido. Uno entre Touriño y Quintana, en cambio, sí que sería útil porque de él puede depender que los más de doscientos veinticinco mil nuevos votantes que en 2005 apoyaron a Touriño para cerrar el paso a Fraga, lo vuelvan a hacer satisfechos con su dirección al frente del bipartito o decidan, disconformes y disgustados, volver a quedarse en casa. Lo dicho, los debates tienen su atractivo y entretienen la campaña pero los que se van a celebrar aportarán poco, y nos quedaremos con las ganas de ver el que, de verdad, aportaría información de interés.
Un buen entrevistador sabría obtener respuestas sobre las cosas que interesan. Sin empeñarse en acorralar o vencer al candidato, ni en erigirse en centro de la entrevista; bastaría con formular docena y media de preguntas concretas pero importantes. Nada de preguntas sobre el precio del billete del metro o del café, que están muy vistas y son ocurrencias para pasar el tiempo. Preguntas directas, no abiertas, como esas por las que el candidato escapa y se entrega a la especulación. Preguntas sobre lo que van a hacer, no sobre lo que ya hicieron ni por qué lo hicieron, que eso ahora no toca. Preguntas a un candidato sobre las propuestas de los otros. Preguntas que muchos tenemos en la cabeza.
El candidato nacionalista, por ejemplo, es una mina en esto de hacer propuestas convertibles en preguntas para entrevistar, sin ir más lejos, al candidato socialista. Sería importante saber si Touriño va a crear el Instituto de crédito que quiere Quintana, a promover la entrada de la Xunta en autopistas del Atlántico, a insistir en la exigencia de reabrir Astano, a incrementar los porcentajes de enseñanza del gallego, disminuyendo la del español, a dar por buena la adjudicación de los megavatios, a derogar la norma que consolidó las remuneraciones de altos cargos, a continuar con la separación, "de facto", que ha consentido entre las dos fracciones del gobierno durante toda la legislatura, como ha consentido a Vicepresidencia los procedimientos peculiares de selección de servidores públicos para el Consorcio criticados por Comisiones Obreras, o a impulsar el Estatuto de nazom, aborto incluido. Sería más interesante responder a estas preguntas que seguir especulando con las fechas del Ave o con datos económicos y de empleo que, con un estornudo, puede desmontar y desmentir la gran factoría de automóviles de Vigo. Sería una entrevista clarificadora. Me temo, por eso, que no la veamos.
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