Opinión | el caballo del fotógrafo

Ponte (y Aparte)

Escenas de familia Monster

Hace años, tuvo bastante éxito en las pantallas de cine una película cómica que trataba sobre las aventuras de una familia de monstruos. Vivían en una casa de aspecto siniestro que atraía las tormentas (sobre su tejado culebreaban siempre los rayos) El abuelo, que era un vampiro, dormía en un ataúd. Los niños jugaban con cuchillos, arañas, buitres y sapos. En vez de perro, o de gato, tenían como animal doméstico una mano cortada que corría de una lado a otro de la casa sobre los cinco dedos. La madre era experta en artes de brujería. Y el marido (¿cabe circunstancia más monstruosa?) era un hispano, galante, sensual y cínico que se había adaptado a vivir en ese ambiente horrible con la perspectiva (se supone) de conseguir la carta de residencia en el paraíso blanco y anglosajón. Visto el éxito de taquilla que obtuvo la película, los avispados productores intentaron prolongar los benéficos del negocio con una serie de televisión sobre el mismo asunto, que duró bastante tiempo.

Acabado el ciclo de explotación de los encantos de la horripilante familia, nadie creyó que el suceso pudiera repetirse. Pero estaban equivocados. La brillante idea de los guionistas mutó y se convirtió en realidad cuando los Bush, una familia de millonarios tejanos, ocupó la Casa Blanca durante doce años, en dos etapas distintas. Primero habitó la mansión George Bush senior, un antiguo director de la CIA que llevó adelante el primer ataque contra Irak (la cuna de la civilización moderna y el lugar donde los estudiosos de la Biblia sitúan la posible localización del Paraíso terrenal). Y varios años después le sucedió su hijo del mismo nombre. La elección del segundo Bush se produjo mediante un fraude electoral masivo que hubo de resolver el Tribunal Supremo de los Estados Unidos.

Poco después, tuvieron lugar los todavía no aclarados sucesos del 11-S, unos atentados que sirvieron de pretexto para declarar una guerra duradera contra el terrorismo global, invadir Afganistán e Irak y lanzar la revolución económica neoconservadora: la funesta etapa del segundo de los Bush en la Casa Blanca ha concluido con una crisis económica global, que ya se empieza a comparar, en sus efectos perniciosos, con la Gran Depresión del pasado siglo.

Estas dos fotografías corresponden a dos momentos distintos del mandato del segundo de los Bush, separados por una distancia de ocho años. En una de ellas puede verse a los dos Bush con sus esposas respectivas en una fiesta reciente en la mansión presidencial.

Y en la otra, el padre le coge la mano al hijo durante el acto de proclamación de la guerra duradera contra el terrorismo, que tuvo lugar en una iglesia de Washington (todas las cruzadas empiezan así). A cualquier observador atento no se le puede escapar que hay algo siniestro en esas dos fotografías. Las mefistofélicas sonrisas de medio lado, los labios fruncidos, los pucheros de cínica puerilidad... Y lo peor de todo es que nos hemos acostumbrado al espectáculo de la monstruosidad.

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