Opinión

Felipe Poncet

Paz y guerra

Cuando el rey Carlos III instituyó la celebración de la Pascual Militar para conmemorar la recuperación de Menorca a raíz de la Paz de Versalles, sellada en septiembre de 1783, malamente podía imaginar la movida que se iba a montar doscientos y pico años después por una cuestión tan baladí como la vestimenta de la ministra Chacón en el solemne acto de Palacio de Oriente el pasado día de Reyes. La titular de Defensa -por cierto de un excelente buen ver- se presentó de esmoquin negro, leyó muy bien un aceptable discurso, anunció la reforma o puesta al día de la Ordenanzas Militares y, sin la menor intención por su parte, se desencadenó la guerra. Como si en los tiempos que corren no hubiera otros temas sobre los que debatir y otros problemas que resolver, prensa, radio, televisión, clase política y el gremio de la aguja se lanzaron como locos a considerar lo adecuado o inoportuno del atavío de la ministra. Opciones para todos los gustos en cuanto al esmoquin ministerial. Las mujeres que, como la Guardia Civil, tienen gran espíritu de Cuerpo, en general apoyaron a doña Carme dejando de lado diferencias ideológicas o profesionales. Es reconfortante, aunque sea por una sola vez, que Esperanza Aguirre y Leire Pajin coincidan plenamente en tan transcendente cuestión. La gente del protocolo se inclinó, también en general, por condenar las galas lucidas por la política catalana, considerando intolerable que vistiese pantalones y chaqueta cuando debería llevar traje largo. Hubo posturas eclécticas, sí a la casaca pero no a los calzones. La cosa no quedó ahí, de la polémica sobre la vestimenta se pasó al peinado que era de coleta como el que llevan las mujeres soldado, obviando que precisamente la Sra. Chacón es la cabeza administrativa del ramo de guerra y que la Pascua Militar la instituyó Carlos III, el cual en todos los retratos luce coleta aunque sea de pelucón. ¿Y el maquillaje? Para los especialistas demasiado recargado, tonos demasiado fuertes que endurecen las facciones... En fin, que el año que viene, si Carme Chacón sigue de ministra de Defensa, va a tener que ir a Palacio maquillada como Blanca Nieves. Paradójicamente, la Paz de Versalles nos ha traído la Guerra del Smoking. Carlos III cometió el error de no matizar más los detalles para la celebración de la Pascual Militar, sobre todo si se tiene en cuenta que el cuarto rey de la dinastía borbónica española ya tuvo en su tiempo serios problemas por cuestiones de vestimenta cuando su ministro siciliano, el marqués de Esquilache, dispuso que había que acortar las capas y apuntar los sombreros. Entonces sí que hubo movida y de las buenas; el llamado motín de Esquilache o de los embozados le costó el cese (al marqués, no al rey) y hubo de retornar a su Italia natal. Lo del pasado día 6 no fue más que una tempestad en un vaso de agua, pero la tinta llegó al Manzanares, así que ya puede tomar buena nota la señora ministra, que la moda, aparte de cara, puede ser muy traidora. Menos mal que días después vino la gran nevada pasando las críticas de la Chacón a la Maleni que, como de costumbre, no tiene culpa de nada.

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