Opinión | áspero y sentimental

José Luis Alvite

Truchas hundidas

Cada vez que se avecinan elecciones me asalta la duda de qué hacer respecto de apoyar con mi voto a esta o a aquella fuerza política. Si uno reflexiona con calma, puede encontrar razones objetivas para inclinarse por cualquiera de los aspirantes, tantas, por lo menos, como motivos tendría sin duda para no hacerlo por ninguno. La obediencia centralista de populares y socialistas la considero causa de un déficit operativo, pero tampoco encuentro satisfactorio el estilo casi mesiánico de ciertos sectores del nacionalismo anclados en una visión excluyente y onírica del independentismo. En todos los casos echo de menos el predominio de los hechos sobre los conceptos y creo que la opinión pública en general aguarda la aparición de un líder sensato y ecuánime que parezca capaz de hacer las cosas antes de haberlas siquiera prometido, alguien dispuesto a no avergonzarse de sucumbir al sentido común por el estúpido prejuicio de considerarlo una antigualla rutinaria, pueblerina o poco intelectual. ¿Disponemos ahora mismo de alguien así? ¿Sabes de algún líder político gallego dispuesto a atender las necesidades reales del contribuyente sin preocuparse de lo que escriban de él los analistas, los músicos o los actores? Esa obsesión por las repercusión mediática de su actividad es con carácter general el motivo de que muchos políticos no hagan las cosan según se las demanden los ciudadanos o se las pida su conciencia, sino pensando en como titularán sus decisiones los periódicos, sin importarles siquiera la evidencia de que en algunos casos los intereses periodísticos son uno de los motivos de que se pervierta la salud moral de los representantes populares, como lo demuestra la delirante obsesión con la que cierto diario trata de inculcar en los políticos una oscura parcialidad geográfica y económica más allá de cualquier criterio de sana objetividad, suponiendo que no sea la de la objetividad una de las pérdidas más lamentables de la política gallega. Incluso cabría pensar que el rearme de la conciencia gallega sea imposible si antes no se lleva a fondo una limpieza selectiva de la clase política, depurando de ella a cuantos personajes, o simples peones de brega, han contribuido decisivamente al lógico entumecimiento del electorado, confiando luego nuestro destino a quienes creamos sinceramente dispuestos a gobernarnos con arreglo a su conciencia, sin renunciar a sus compromisos en función de confiarle el destino de este pueblo a cualquier caprichoso grupo de presión, cuyos intereses, como es obvio, no suelen desembocar sino en sus cuentas de resultados. ¿Sabéis de alguien con carisma suficiente para emprender a día de hoy semejante tarea? ¿Y con la necesaria independencia? ¿Alguien en cuyos mítines la palabra resulte más atractiva que el menú? Me temo que ese líder está aún lejos de aparecer, bien porque no exista o, simplemente, porque no se le permita aflorar si antes no se resigna a que ciertos intelectuales le escriban los discursos y unos cuantos empresarios le aten las manos. Es de suponer la existencia de peces valiosos en la riada de la política gallega, pero creo que no los veremos asomar en el agua mientras no surja alguien dispuesto a retirar de la superficie la espesa mierda que arrastra el río, lo cual nos condenará a seguir siendo un país en el que incluso parezcan haberse hundido las truchas.

jose.luis.alvite@telefonica.net

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