Opinión | áspero y sentimental

José Luis Alvite

Penumbra con naipes

Me dijo de madrugada un tipo en un garito: "Dilapidé una fortuna en el esfuerzo de encontrarme a mí mismo. No sé si lo he conseguido, pero creo haber alcanzado cierto equilibrio emocional al haberme situado socialmente en un punto equidistante entre el sueño de la bohemia y la pesadilla de la miseria". Creo que fue aquel mismo fulano quien me advirtió de que es su brevedad lo que hace eterno el amor y que cualquier persona podría resultar un ser especial y relevante si en mirar su liquidez y su abolengo no perdiésemos más tiempo que el que necesitamos de madrugada para echarle un vistazo a la borra de su mirada y a las colillas de su cenicero. Aquel tipo llevaba a sus espaldas más de veinte años de nocturnidad y jamás iniciaba una relación sentimental de la que no intuyese el inmediato fracaso que le devolviese la libertad que necesitaría para arriesgarse al lisérgico embrujo de otra apuesta equivocada. "En el amor, como en el juego -decía- se mete uno con la remota esperanza de ganar y con la certeza de que su destino se encuentra barajado en el mazo de naipes, pero a sabiendas de que no está en sus manos el privilegio de elegir las bazas". Como buen jugador que sin duda había sido, aquel tipo sabía que si uno tiene el vicio de jugar más arraigado que la esperanza de triunfar, una buena racha en realidad sólo le sirve de pretexto para alargar la timba y revivir como un novato el inefable placer de la incertidumbre, sin importarle que sus ganancias le vayan abandonando hasta sumirle en la indolora modorra del fracaso, como el nadador consciente de que en su proeza de bracear mar adentro llegará un momento en el que sus últimas energías las va a necesitar para el resignado esfuerzo de volver a la playa. Como no podía ser de otro modo tratándose de alguien así, aquel tipo inteligente, sensible y paradójico se había gastado una fortuna en contraer las deudas que si fuese pobre no se habría podido permitir. Ahora me contaba su vida sin darle importancia a los numerosos desperfectos emocionales y a sus quebrantos económicos, sincero y sin alardes, tan distinto de esos otros hombres comedidos, austeros y hogareños cuyas vidas sólo tendrían algún interés si mintiesen al contarlas. Arrastrado a la sinceridad por aquella mezcla de estoicismo, marginalidad y penumbra, me contó que había estado casado durante quince años y que los iniciales inconvenientes del divorcio, y sus remordimientos de culpable, se compensaban con el placer de haberle escuchado a su ex mujer que, una vez superados las privaciones y el dolor de los primeros momentos, comprendió que sentía por él esa extraña e incondicional simpatía que, al margen de su conducta, se le tiene a los extranjeros, a los extraños y a los muertos. "No quiero pecar de arrogancia, muchacho -dijo- pero creo que mi ex mujer me mira ahora con la inquietante y secreta devoción casi perversa que se le profesa a los proscritos, admirada de que yo sea la única basura que cambia alegremente de olor y de portal, y aunque sé que jamás reharía su vida a mi lado, sé que en el fondo no le importaría que, mientras duerme, un tipo como yo entrase en su casa a robar, porque, ¿sabes?, la vida me ha convertido en la clase de hombre por el que cualquier mujer, ella misma, arroparía a los niños con una carta de despedida, echaría a una bolsa dos bragas y un retrato y desharía con los ojos cerrados su matrimonio". Era muy tarde. Aquel tipo hizo el ademán de pagar y yo puse el dinero. No volví a saber de él ni creo que pudiese localizarle. Jamás pronunció su nombre. Se subió a un coche en cuya pintura raída era como si se reflejase el polvo de las bombillas del garito, lo arrancó y se esfumó llevándose en su motor el ronco compás de una piara de cerdos. Yo regresé al interior del garito y me tomé un par de copas. Era tarde y olía a jamón el sudor de las fulanas. Y pensé que, como habría dicho aquel tipo, lo que verdaderamente tiene de malo la noche estoica y estupefaciente es que siempre corres el grave riesgo de que amanezca.

jose.luis.alvite@telefonica.net

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