Opinión | crónicas galantes

Ánxel Vence

Un tren-foguete cada cuatro años

Reunidos hace cuatro años en el palacio de La Moncloa, el primer ministro español José Luis Rodríguez Zapatero y su colega portugués José Sócrates asumieron que el AVE volaría entre Vigo y Oporto en el año 2009, según los periodistas que entonces citaban "fuentes del Gobierno". Ha pasado un cuatrienio desde aquel 11 de abril de 2005 y efectivamente el tren-foguete vuela ya a tal velocidad que nadie -ni aquí, ni en Portugal- atina a verlo. Entonces como ahora estábamos en vísperas de unas elecciones en Galicia. No extrañará, en consecuencia, que hoy -al igual que hace cuatro años- el primer ministro Sócrates y el presidente gallego Touriño vuelvan a anunciar que, esta vez sí, el tren-foguete destinado a soldar por vía férrea la unión entre Galicia y Portugal estará circulando allá para el año 2013.

Si tan feliz anuncio se cumple, dentro de cuatro años dispondremos ya no de una, sino de dos líneas de AVE entre Vigo y Oporto, una vez sumada la que ya deberíamos tener ahora -aunque no la veamos- a la que se terminará de construir en 2013. E incluso podríamos contar con tres, si para las elecciones de ese año los gobernantes vuelven a fijar como fecha definitiva de entrada en servicio la de 2017.

Justo es reconocer que en esta ocasión la cosa parece ir en serio. Tanto que, además de aventurar una fecha de conclusión de los trabajos, el ministro portugués de Obras Públicas acaba de anunciar que el Gobierno de la vecina República licitará ya este verano el primer trecho del tren-foguete entre Braga y Valença do Minho. En justa correspondencia, el presidente de la Xunta dio por hecho que la línea desde O Porriño a la frontera portuguesa estará a pico y pala el próximo año. Malo será que unas promesas formuladas a tan corto plazo caigan en el olvido una vez pasadas las elecciones, por mucho que la crisis reduzca los presupuestos. Infelizmente, los gallegos que ya gastaban fama de desconfiados se han vuelto todavía más suspicaces a causa de las muchas decepciones acumuladas durante los últimos años. Aún habrá quien recuerde, un suponer, las firmes garantías ofrecidas por el anterior ministro de Fomento, Francisco Álvarez-Cascos, quien aseguró -allá por 2001- que Vigo y A Coruña estarían unidas por un tren de alta velocidad en el año 2007. Una fecha refrendada, además, por el presidente Touriño tras la reunión que mantuvo en noviembre de 2005 con la ministra Magdalena Álvarez, sucesora de Cascos en el manejo de las obras públicas.

Pues ni por esas. Alguna misteriosa conjunción de astros ha impedido que el AVE Vigo-Coruña ande ya sobre raíles, del mismo modo que no se ha licitado todavía un solo tramo del tren-foguete que -según las optimistas previsiones de Zapatero y Sócrates- debiera estar circulando ya este año entre Galicia y Portugal.

Tampoco vamos a enfadarnos por eso. Acostumbrados a que nos prometan el oro y el moro cada vez que llegan las elecciones y/o alguna catástrofe, los gallegos ya damos por supuesto que cuatro años pueden ser ocho, doce o veinte en el peculiar calendario gubernamental. De hecho, aún estamos esperando por los 12.500 millones de euros que todo un Consejo de Ministros reunido en A Coruña aprobó para resarcir a Galicia de los graves daños medioambientales causados por el desastre del Prestige y por las seis o siete mareas negras que lo precedieron. Lejos de irritarse por la reincidencia en las mismas promesas incumplidas elección tras elección, los gallegos debieran ver más bien la parte positiva del asunto. Puede que no dispongamos de AVES, trenes-foguete y demás maravillas de la ingeniería ferroviaria que ya circulan desde hace décadas por el resto de la Península; pero a cambio tenemos asegurada cada cuatro años la promesa de un ferrocarril de alta velocidad, nuevecito y del trinque. Lo malo es que el día que de verdad llegue, no nos lo vamos a creer.

anxel@arrakis.es

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