Crisis europea del gas

Durante estas últimas semanas hemos visto, cómo la incapacidad manifiesta de la Unión Europea para asegurar su propio suministro de gas, una de las fuentes de energía más preciadas en la actualidad pone, una vez más, en entredicho el liderazgo e influencia del viejo continente como potencia de primer orden en el siglo actual.

La correcta gestión de la relación con Rusia es un elemento esencial para la puesta en marcha efectiva de una verdadera política energética en el ámbito de la Unión europea; pues, aunque todos los estados miembros tienen interés en mejorar sus relaciones con el vecino del este, los motivos de cada uno de ellos son variados y en algunas ocasiones divergentes como ocurre entre Polonia, que es un país en tránsito, y Alemania que, hasta la fecha, es país de destino neto de esta fuente de energía. Hay que tener en cuenta que Rusia controla, de hecho, las mayores reservas y además, es el primer productor mundial de gas, de modo que, la empresa pública rusa Gazprom controla, tanto, el ochenta y cinco por ciento de la producción gasista del país, como la totalidad de las exportaciones de este producto y además toda la red de gasoductos, con lo cual se encuentra en inmejorables condiciones para limitar la competencia de cualquier otra empresa del sector. Por ello Europa debe tener muy claro que depende de un proveedor esencialmente monopolista controlado por medios gubernamentales lo cual convierte a este sector en un importante elemento de estrategia política en el ámbito europeo, que puede ser manejado en ocasiones y circunstancias concretas con criterios extraeconómicos. En la otra cara de la moneda podemos ver que la Unión Europea es la destinataria del sesenta y cinco por ciento de las exportaciones rusas de gas y que la empresa Gazprom quisiera tener acceso, no solo a sus clientes principales en el este y centro de Europa, sino también a países más lejanos como Francia, Italia o España y por ello negoció su acceso a las redes gasistas europeas de distribución, principalmente a través de la compra de participaciones en empresas europeas como Wingas y Eon.

La relación económica entre Rusia y la Unión europea se ha concretado en una serie de acuerdos de asociación y cooperación que determinan las relaciones comerciales con objeto de lograr un acuerdo global entre ambas partes; por otro lado la Carta europea de la energía debería ser un marco adecuado para promover la cooperación a largo plazo en el sector energético prohibiendo, sin ambages, el incumplimiento inmotivado de acuerdos y contratos, lo cual no suele ser extraño con ciertos clientes en el ámbito del suministro gasista, aprovechando aspectos coyunturales. Hay que tener en cuenta que Alemania considera que Rusia es su elemento referencial más importante en materia de política energética, de manera que las relaciones bilaterales entre ambos, son más fuertes que las que tiene Rusia con el resto de países europeos, por ello las empresas alemanas disponen de accesos privilegiados a proyectos de compañías rusas desarrollados dentro y fuera del país entre los que puede mencionarse la construcción del gasoducto North european gas pipeline, diseñado para conectar ambos países a través del mar Báltico y cuya participación se reparten Gazprom con un cincuenta y un por ciento y dos empresas alemanas con el resto, además el acuerdo incluye por un lado participación alemana en los procesos de elaboración del gas y en la exploración de yacimientos de Siberia y, por otro, el acceso pleno de Gazprom al mercado gasista de Alemania, con lo cual los germanos se aseguran el futuro suministro y el futuro de sus empresas gasistas; pero esto no es un objetivo comunitario europeo, sino una relación puramente bilateral, por ello algunos estados miembros se han opuesto frontalmente a que el proyecto reciba fondos del Banco europeo de inversiones, y es que si se quiere la unión europea sea algo plenamente efectivo, es preciso que los estados miembros sean capaces de lograr el desarrollo de una verdadera política comunitaria en el ámbito de la energía, que en la actualidad debiera ser uno de los pilares fundamentales en que aquella se sustente para poder afrontar con garantías, sobre todo en épocas de crisis, las veleidades del mercado mundial de la energía.