El BOE ya no va a misa

Yo firmo en el Boletín Oficial del Estado", dicen que decía Manuel Fraga en sus tiempos de ministro de Información para dejar claro que el supuesto cuarto poder no estaba en los periódicos sino en el diario donde el Gobierno publica sus leyes, decretos y órdenes. Razón no le faltaba, desde luego.

Por mucha que sea la influencia -teórica- de los medios de comunicación, lo que efectivamente desea cualquier político cabal es publicar sus artículos en un diario de tan escasa tirada como el BOE.

El primero y más obvio de los motivos consiste en que el derecho a firmar en ese periódico sólo está al alcance de quienes hayan alcanzado algún puesto de mando en el país: ya sea la presidencia del Gobierno, ya un ministerio, ya la jefatura de algún reino autónomo. La segunda y algo más controvertida razón estriba en que todo aquello que se publica en el diario del Gobierno es de obligado cumplimiento para las autoridades y la ciudadanía. El BOE es el medio por el que se expresa el poder ejecutivo, único que tiene capacidad para convertir la palabra en ley. Una facultad que, naturalmente, está fuera del alcance de los demás periódicos, radios y televisiones, por grande que sea su tirada y/o su audiencia.

Al menos hasta ahora, lo que se publicaba en el BOE iba a misa; pero los últimos datos sugieren que incluso el diario gubernamental por excelencia podría haber perdido el carácter casi sagrado que lo adornaba. Parece lógico. La Constitución establece que el actual Reino de España es más o menos aconfesional, de tal modo que ni siquiera los decretos que publica el Boletín Oficial del Estado cumplen con el precepto.

Prueba de ello es que el mismo Gobierno acaba de aclarar que las fechas de ejecución de obras publicadas en el BOE no son palabra de ley, sino meras estimaciones a ojo de buen cubero que en modo alguno tienen que coincidir con la realidad.

Por ejemplo, el diario del Estado puede afirmar, como sucedió hace un par de días, que cierto tramo del quimérico tren de alta velocidad que algún día va a unir Vigo y Oporto estará "operativo" en el año 2015. Ello no es obstáculo para que al día siguiente de la publicación de ese dato, el Gobierno corrija a su propio Boletín y sitúe en 2013 el plazo para la terminación de la obra, aunque esta última fecha no figure en papel oficial alguno. Como diría Groucho Marx: ¿a quién va a creer usted: a lo que publica el diario oficial del Gobierno o al propio Gobierno que lo contradice?

Algo parecido ocurrió con el famoso Plan Galicia aprobado el 24 de enero de 2003 por un Consejo de Ministros extraordinario en A Coruña. El proyecto, parcialmente publicado por entregas en el BOE, incluía tres nuevas líneas de AVE y un par de autovías del trinque, además de paradores de turismo, inversiones en el medio rural y otras regalías por un importe cercano a los 12.500 millones de euros. Pero tampoco en aquella ocasión la palabra del Boletín Oficial ni la del Gobierno que lo escribe fueron a misa. Seis años después, lo único visible de tan descomunal plan es el puerto exterior de A Coruña: y eso porque el anfitrión de aquel Consejo reunido en el Palacio de María Pita fue el entonces influyente alcalde herculino Francisco Vázquez.

Fácil resulta deducir de tan aciagas experiencias que el BOE no es palabra de Dios ni, lo que aún es peor, del Estado. La realidad sugiere que, si bien oficial -como su nombre indica- no es más que un periódico hecho de papel: y ya se sabe que el papel aguanta lo que le pongan. Tanto da si un Plan Galicia superpoblado de euros fantasmas como un tren-foguete a Portugal que ya nos prometió el actual Gobierno para 2009 y ahora vuelve a prometernos para 2013, aunque la única fecha inscrita en el Boletín del Estado sea la del 2015. Mal asunto. Si ya no podemos fiarnos ni del BOE, acabaremos por desconfiar hasta de la lotería nacional. Y eso sí que sería grave.

anxel@arrakis.es