Opinión | En el VIII centenario de a coruña
José Barros Guede
Emilia Pardo Bazán, una singular coruñesa (Cap. XXXI)
Apartir de 1914 hasta 1917, Emilia narra en sus crónicas la I Guerra Mundial por la cantidad de naciones que de una parte y de otra intervienen en ella y por su capacidad destructiva. Emilia devora los periódicos buscando noticias sobre ella y lamenta no hallar cronistas de la talla de Antonio Alarcón sobre la guerra de África. Refiere el número de naciones que intervienen, la retirada de Rusia, la utilización de la aviación y los submarinos, la destrucción de los grandes monumentos arquitectónicos, sus muestras de simpatía por los aliados, a pesar de sus antipatías contra Inglaterra, y el aumento de los precios de los alimentos en España siendo neutral.
En esta segunda etapa de su vida, a partir de 1902, Emilia ejerce y defiende la labor social por medio de la limosna y la beneficencia. En el verano de 1904, organiza la primera colonia escolar mixta. En sus crónicas de 1905, se queja de la falta de eficacia de la policía para evitar y perseguir el delito y el crimen. En 1906, colabora en la Fiesta de la Flor en A Coruña. Promueve y busca dinero para levantar un monumento al cabo Nodal, héroe de la guerra africana de 1909.
Con motivo de la inauguración de los hoteles Place y Ritz, en 1913, en sus crónicas de sociedad, manifiesta cómo las clases altas utilizan sus salones lujosamente alhajados para la celebración de fiestas que antes, con las consabidas molestias, tenían en sus palacios o domicilios particulares, y cómo las mujeres solas, a media tarde, toman té en dichos salones. En sus crónicas sobre la tecnología se refiere al automóvil, al avión, al submarino, al cinematógrafo y al teléfono, figurando ella como usuaria del mismo con el número 22 y poseyendo una de las primeras máquinas de escribir que utiliza en su casa y en su oficina del Ateneo madrileño.
Reseña en sus crónicas la presencia de Alberto de Mónaco en Madrid, en 1912, como un gran sabio de la ciencia de la oceanografía. Hace una serie de consideraciones sobre diversas enfermedades. Concretamente, manifiesta que a la tuberculosis, pese a ser el gran azote de la población española, se le presta poca atención; que el reumatismo, aunque se desconoce su etiología, está ligado a la edad avanzada y relacionado "con la buena vida, comer opíparamente y hacer vida sedentaria"; que la gripe que produce una debilidad general y una depresión de las fuerzas vitales y que afecta a todos los órganos, se presenta con los primeros fríos y no desaparece hasta la primavera.
Emilia escribe varias crónicas sobre la influencia de los alimentos en el tratamiento y prevención de las enfermedades, y sobre su conservación y abaratamiento por medio de cámaras frigoríficas. Escribe sobre la fiesta de Navidad diciendo que es "la fiesta social por excelencia", sobre la de Carnavales que son las fiestas de efímeras aventuras galantes favorecidas por la impunidad del disfraz, y sobre la de Semana Santa que, cada año, es menos religiosa y más profana por la vanidad de sus trajes y mantillas y por sus diversiones. Sobre la fiesta taurina, dice que es aficionada, pero no comparte esa especie de idolatría que el aficionado siente por el torero hasta el extremo de considerar cualquier percance de sus ídolos como un suceso de primera magnitud.
Emilia presta mucha atención e interés por el cine ante la aptitud negativa de la gran parte de la sociedad más distinguida. Considera que es un invento revolucionario al que le augura un gran porvenir por sus valores de imagen y de sonido. Distingue dos clases de películas, las que reproducen espectáculos y cuadros de la naturaleza y realidad, la cuales, dice, le gustan mucho, y las películas de ficción que expresan escenas compuestas artificiosamente, tales como los cuentos. Considera que el cine será el espectáculo de las grandes masas sociales en competencia con el teatro y un medio de difundir y divulgar el bien y la cultura, pero también el mal y la contracultura. Reseña como diversiones los juegos de salón, el ajedrez, el bridge y el castizo y tradicional tresillo, prefiriendo este último y manifestando ser muy aficionada por ser un juego "variado y animado que permite cierta picante libertad y fomenta entre jugada y jugada la charla alegre, el noticiero y gaceta del día". Para ella el juego era la trama para charlar entre cuatro amigos o conocidos que gustan y se complacen en conversar.
En 1917, Emilia ante la inestabilidad política española, ante el aumento de los movimientos nacionalistas e independentistas de las regiones catalana, vasca y gallega, y ante el incremento de actos de violencia y criminalidad callejera, y movida por su patriotismo español y por su amor a su hijo Jaime y a su yerno José Cavalcanti de Alburquerque, ambos militares, políticamente se hace más conservadora en lo social y en lo religioso.
En marzo de 1919, escribe un artículo, El peligro del sindicalismo, a consecuencia de que España estaba sumida en un caos a causa de una huelga, provocada por el gobierno de Romanones al haber suspendido las garantías constitucionales, creyendo en la eterna lucha entre el capital y el trabajo. A consecuencia de ello, dice: "Es un error del conde de Romanones, porque el bolchevismo ruso, el espartaquismo alemán y el sindicalismo español no persiguen estos fines, a sus directores no les preocupa la vida ni el bienestar del obrero, lo que se proponen es cambiar la sociedad actual, removiéndola desde sus cimientos y destruyendo todas sus bases fundamentales". Continúa diciendo: "Solo el Ejército es el único que puede salvar a España de la ignominia y de la anarquía, triste es tener que decirlo y repetirlo, a la fuerza solo se puede dominar con la fuerza".
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