Opinión | al trasluz

Matías Vallés

Poner el acento andaluz

Tomarse a broma los tópicos regionales demuestra una carencia de imaginación equivalente a tomarse en serio esos clisés, un comportamiento patente en quienes hoy exhuman a García Lorca para incinerar a Montserrat Nebrera. En cuanto al acento "de chiste" que la parlamentaria catalana endosó a Magdalena Álvarez, sostengo que Eugenio fue el mejor contador de chistes en castellano que ha tenido España, y redondeaba el efecto llevando al paroxismo su acento catalán. Con perdón.

"La inundación de Dakota del Norte le recuerda a los americanos que Dakota del Norte existe", "Dakota del Norte lidera la disponibilidad de aparcamiento en Estados Unidos" o "Sin noticia de Dakota del Norte en las últimas 48 horas", son tres titulares de la magistral revista satírica norteamericana The Onion que hoy serían prohibidos a este lado del Atlántico, en aras de lo autonómicamente correcto. Ya es curioso que una diputada del PP en Cataluña sea acusada de romper España, cual si fuera una gorgona nacionalista. Su partido la expedienta en realidad por haber criticado el acento gallego de Rajoy, antes que por tomarse a chacota el habla atropellada de la ministra. Con la medida sancionadora, no le dejan más salida que el exilio o ERC.

Por fortuna, el incidente ha ocurrido entre dos mujeres, de la misma raza, solvencia económica comparable y religiones asimiladas. De lo contrario, se le podrían haber extraído a la caricatura vértices antisemitas o racistas, que hubieran hecho las delicias de los profesionales del rasgamiento de vestiduras étnicas. La verdadera ofensa de Nebrera a Álvarez -la llamó "cosa"- ha quedado sepultada en una gazmoñería acentuada, que sonrojará a quienes la revisen de aquí a unos años. Entretanto, habrá que aclarar si en el mundo feliz en construcción, donde se vetan incluso los comentarios al traje regional de Chacón en la Pascua militar, va a quedar un resquicio para el humor. Es decir, para la libertad.

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