Opinión
Carlos Etcheverría Carlos Etcheverría es presidente del Ateneo Republicano de Galicia
Educar ciudadanos
En España, desde mediados del siglo pasado, el humanismo se repliega ante el empuje de las ciencias y la tecnología. Donde más se acusa la deriva es en los estudios de humanidades, aquellos que enriquecen el espíritu pero no son de aplicación práctica inmediata, como la historia, lenguas clásicas o filosofía, las cuales están en franca regresión. Por el contrario, la asignatura llamada Educación para la Ciudadanía permite compensar ese déficit de conocimientos poniendo las bases mínimas para su comprensión.
¿Qué se pretende, pues, con la exigua (20 alumnos en toda Galicia) pero ruidosa oposición a recibir esa enseñanza? Quienes apelan al derecho no escrito de objeción de conciencia acusan al legislador de pretender formar la conciencia moral de los alumnos, es decir, de adoctrinarlos. Se supone que en una determinada dirección distinta a la del que objeta.
No es posible adoctrinar sin doctrina. El Estado democrático no es una religión y por ello carece de doctrina. Pero ese Estado impulsa un determinado orden social basado en los principios emanados de la Declaración de los Derechos Humanos. Esos deben ser los criterios morales para formar la conciencia que dirija nuestros comportamientos. Resultan penosas algunas frases de los objetas: lucharemos hasta el final; atenderemos antes a nuestras conciencias que a ninguna ley. Respecto a lo primero decirles que ya han llegado al final, pues la sentencia de TS ha tenido en cuenta la jurisprudencia del Tribunal Europeo, las recomendaciones del Consejo de Europa y las directrices de la Unión Europea, obstaculizando así cualquier recurso por temerario. Y en cuanto a lo segundo, además de constituir insumisión a la ley, va contra sus propios hijos que quedan a merced de los leones mientras, eso sí, su conciencia no sufre.
Desobedecen al Estado español, por obediencia al Estado vaticano.
Por cierto, no comprendo la sutileza de llamar a la asignatura en cuestión con un título tan largo. Las demás asignaturas aparecen así como más rotundas, serias y profundas que esta devaluada EpC, la cual queda relegada a inferior condición.
Tampoco a mí me gusta lo que hay. Prefiero el sistema creado por la Constitución republicana de 1931, que consagraba los principios de la enseñanza pública, laica y gratuita.
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