Apartir de los balances de 1993, 1999 y 2004, la Xunta confía en que el Xacobeo 2010 impulse el crecimiento de la economía gallega por encima de un punto de PIB. El presidente Núñez Feijóo y varios miembros de su equipo creen que, si lo aprovechamos debidamente, el año santo puede empezar a sacarnos del oscuro túnel de la crisis, en el que, a diferencia de otros, acabamos de entrar, porque este país tiene sus propios ritmos y tanto lo bueno como lo malo llegan aquí después que al resto de España. Sin embargo, los analistas especializados son bastante más cautos, sin negar en ningún caso las potencialidades que encierra un ejercicio en el que Galicia se constituye en polo de atracción de flujos turísticos masivos y de todo tipo, por el fuerte tirón que conserva el fenómeno del jubileo, que desborda con mucho lo que significa el Camino de Santiago, tanto para creyentes como para agnósticos y descreídos. Ahora bien, el Xacobeo no es ajeno a la coyuntura. No deberíamos olvidar que, salvo el primero, que se aprovechó del efecto novedad y del arrastre de los grandes fastos del 92, los últimos programas jacobeos se desarrollaron en contextos de vacas gordas. Coincidieron con fases expansivas de la economía española y mundial, con momentos incluso eufóricos, que propiciaban una alegría en el gasto que se ha perdido casi por completo en los últimos meses, como denotan todo tipo de índices. Ciertamente algunos países europeos, en el núcleo duro y hasta en la periferia de la Unión, apuntan claros signos de recuperación o parecen haber tocado fondo en su fase de recesión. Sin embargo, en España aún no se vislumbran los dichosos brotes verdes. Por el contrario, se teme un incremento significativo del desempleo para el arranque del otoño, siendo que aún a día de hoy la mayoría de nuestra clientela turística sigue siendo nacional. Y encima una gran proporción procede justamente de las zonas donde más adversa es todavía la coyuntura crítica. Más de un experto aconseja a la nueva administración gallega que acompañe las campañas de promoción de Galicia como destino turístico, que anuncia de cara al año que viene, de planes de inversión en infraestructuras en colaboración con las administraciones locales, ahora que se extinguen los impulsados desde el Gobierno de Madrid, corrigiendo errores incluso de orientación, para que resulten todavía más efectivos como generadores y mantenedores de empleo. Igualmente conviene aprovechar el efecto catalizador de las obras del AVE y otros macroproyectos que están en marcha y aclarar cuanto antes el panorama en sectores como el energético o el inmobiliario, donde la iniciativa empresarial tiene capacidad inversora, que no se moviliza por el clima de inseguridad que se ha generado.

Con todo, hay un problema difícil de soslayar: para acometer todas esas iniciativas, las englobadas en el Xacobeo, y las otras, las de apoyo directo a actividades generadoras y multiplicadoras de empleo, necesitan unos recursos de los que la Xunta no va a disponer en las cantidades necesarias, porque sus ingresos propios han decrecido al igual que los que distribuye el Estado y de donde no hay no se saca. Ni siquiera el recurso al endeudamiento puede paliar esa merma. Para tener un margen de maniobra es preciso reducir urgentemente gastos corrientes, sobrecostes que todos sabemos prescindibles. Si se tiene un mínimo coraje político, la crisis ofrece sobrados argumentos para meterle al fin el diente a la hipertrofia del sector público y de la propia administración. Ahora o nunca. Este es el momento idóneo para empezar un tratamiento de choque que elimine el peligroso soprepeso que aqueja a la estructura del poder, engordada por la irresponsabilidad de sucesivos gobiernos de todo signo que hicieron suyo aquello de que "quien venga detrás, que arree". Si también esta vez los actuales mandatarios abdican de esa obligación racionalizadora, los Xacobeos, éste y los que vengan, servirán de poco.

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